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"No tengo ni idea de qué habla mi poesía"
No hagas que otro se ponga lo que tú no te pondrías.
Este
hombre me alivia , los poetas del patio -que conozco- se conocen al dedillo, dan entrevistas, una
tras otra, para explicar lo que escriben, para la misma tontería,
crearse leyendas como poetas o traducir lo mucho que saben de ellos
mismos. Nada, mejor incomprendida que muerta!
John
Ashbery (Rochester, Nueva York, 1927) es para muchos el poeta
norteamericano vivo más influyente no sólo en la poesía hodierna de su
país, sino también en la lírica europea de nuestros días. Otros no
niegan esa influencia, pero la deploran: la poesía de Ashbery no habla
de nada, es imposible entenderla, es autorreferencial, hermética..., tan
difícil como el mismo poeta, son frases que uno lee habitualmente en
entrevistas. Pero, ¿será que de verdad la poesía tendrá que hablar de
algo? ¿Qué opina Ashbery? En breve nos lo dirá él mismo... y nos lo
mostrará en los poemas inéditos en español que también publicamos en
estas páginas y que pertenecen a su última obra.
Ashbery es noticia porque, a sus ochenta y siete años, sigue en activo: su último libro de poemas, Una pregunta rápida,
apareció en 2012, pero probablemente no tarde en publicar uno nuevo, ya
que en los últimos tiempos sus libros se suceden a intervalos de dos
años, tres como mucho. En España es noticia, además, porque Vaso Roto recupera su único libro de prosa crítica, Otras tradiciones,
publicado en inglés en el año 2000 como resultado de las prestigiosas
conferencias Norton dictadas en la universidad de Harvard, cuyo
protagonista de este año es el músico Herbie Hancock y por donde han
pasado T. S. Eliot, Borges, Italo Calvino, Steiner y Orhan Pamuk, entre
muchos otros. Hablamos con John Ashbery de este raro libro de crítica en
el que decide dejar de lado a los maestros más obvios para centrarse en
otros secundarios (quería redescubrir para el lector norteamericano a
John Clare, a Thomas Lovell Beddoes, a Raymond Roussel, a John
Wheelwright, a Laura Riding, a David Schubert) y de los resortes de su
poesía.
-Al comienzo de Otras tradiciones hace una lista de los poetas
de los que decide no hablar: Auden, Stevens, Marianne Moore, Gertrude
Stein, Bishop, William Carlos Williams, Pasternak y Mandelstam. Resulta
difícil de creer que, como dice, no tuviera nada que añadir sobre
ellos...
-Probablemente me pareció extenuante sólo tener que pensar en hablar de ellos.
-Sin embargo, hizo el índice de cómo hubiera sido ese libro. ¿Qué hubiera escrito sobre Auden, por ejemplo?
-Una de las primeras razones que me hizo valorar su obra fue su habilidad para transformar el lenguaje cotidiano en poesía.
Y también, en sus primeros libros (que más tarde él mismo rechazaría,
por cierto), su forma de reproducir el habla de los sueños. También su
manera de leer la poesía primitiva anglosajona en un contexto
surrealista fue una buena razón.
-¿Prefiere entonces el primer Auden?
-En sus últimas años se dedicó a reprender a la “poesía con P mayúscula”. Pero, afortunadamente para nosotros, fue indulgente consigo mismo en sus años jóvenes...
-¿Y Wallace Stevens?
-Wallace Stevens, por el contrario, es todo mayúsculas.
-Si escribiera una segunda parte de este libro...
-Es bastante improbable que escriba una segunda parte de Otras tradiciones. Lo cierto es que me siento incómodo escribiendo crítica: ¿qué me otorga, a mí, el derecho de criticar a los otros? ¡Aunque, de forma un poco irónica, la mayor parte de mi obra ha resultado ser crítica!
-Le gusta citar al pintor Barnett Newman...
-Exacto: los pájaros no suelen ser buenos ornitólogos.
-¿Qué le llevó entonces a aceptar el reto de las Norton lectures, que están en el origen de Otras tradiciones?
-En este caso pensé que tendría alguna utilidad llamar la atención sobre
poetas que para mí eran tan importantes como los que has mencionado,
como esos de los que decidí no hablar; pero que el público habitual de poesía, en su mayoría, ignora.
En inglés, la oración de Ashbery acaba con una preposición (“ignorant
of”) así que él bromea sobre su propia frase: “¿Por qué acabar una frase
así con una preposición siempre me deja un sentimiento de desahogo,
como cuando Churchill dijo aquello de Something up with which I shall
not put'?”. Una frase que, según cuenta la anécdota, tiene su
origen en la intención de un editor de corregir sus frases acabadas en
preposición. Churchill, orgulloso del chimpún de su estilo, replicó: “This is the sort of English up with which I will not put”.
-Entonces, si escribiera una segunda parte...
-Si me viera forzado a producir una secuela probablemente incluiría a Delmore Schwartz, otro poeta moderno muy infravalorado..
-¿Qué marca la diferencia entre convertirse en un poeta mayor o menor, en su opinión?
-Pues no lo sé, dado que yo no sé de qué clase soy. No sé si soy un poeta mayor o menor.
La obvia poesía políitica
Pese a que él mismo afirma que su obra ha terminado por ser crítica, de
una forma muy sutil, la poesía de Ashbery rehuye las referencias
directas a la actualidad, por más que las voces de sus últimos poemas
hablen de cambio climático o deforestación.
-Una vez dijo que no estaba interesado en la poesía política porque
habla de cosas que ya sabe y de cosas con las que ya está de acuerdo.
¿No hay forma de escribir un poema político sin ser obvio?
-No que yo sepa. Creo que la mayoría de los poetas quieren cosas buenas para el mundo, claro. Ah, y también me parece que es improbable que esos poetas sean republicanos.
-Pero a usted le preocuparán asuntos políticos.
-Claro, la cuestión de la independencia de Escocia, el cambio climático,
el aumento del terrorismo, la expansión del ébola, la situación en
Ucrania...
-Su primera ambición fue ser pintor. ¿Cuándo cambió eso?
-Cuando me gradué en el internado, donde había un estudio para
estudiantes que querían pintar, me fui a Harvard, donde vivía en una
residencia de estudiantes. Por supuesto que si hubiera querido seguir
pintando habría encontrado cómo hacerlo, pero la poesía quedó al mando de mis impulsos creativos.
Términos musicales
-Dice un crítico que sus poemas son “óleos verbales”.
-Será verdad. Yo tiendo a pensar en mis poemas en términos musicales.
-Sus poemas están llenos de voces. ¿Es la suya alguna de ellas, todas, o ninguna?
-Pues algunas.
-Uno de sus versos dice: “Me digo a mí mismo que soy un minimalista”. ¿Esa es de las que sí?
-Eso lo dice uno de mis versos, pero no yo. Las aseveraciones de mis poemas son sólo eso, nunca el poeta expresando su propio pensamiento (si es que tiene uno).
-La primera vez que leí la definición de la duración de Bergson, que
tanto influyó en Eliot o Machado, pensé que en realidad parecía el punto
de partida de sus poemas. ¿Ha sido esa idea importante para usted?
-No la he leído. ¿Qué dice?
-Pues, por ejemplo: “Ninguna imagen sustituye a la intuición de la
duración. Pero muchas imágenes diversas tomadas de diferentes órdenes de
cosas pueden, a través de la convergencia de su acción, dirigir la
consciencia al punto exacto donde una cierta intuición se vuelve
tangible”.
-Es muy bonito, pero no lo había leído antes.
A Ashbery le gusta presumir de ser ajeno a la filosofía. Una vez, en una
lectura en Iowa City le preguntaron cuán profunda había sido la
influencia de Derrida en su poesía. “No he leído una línea suya”,
respondió. Pero al día siguiente, en un coloquio con estudiantes, citó:
“Como decía Derrida”... Y claro, no faltó quien le dijera: “Pero ¡si
ayer dijo que nunca había leído a Derrida!”. A lo que Ashbery respondió: “Y es verdad. Eso que he citado, lo habré oído en algún cocktail”.
-En “Final con suspense”, un poema de su libro Un país mundano, escribe:
“En todas las obras de teatro, incluso en Hamlet, los decorados/ son la
mejor parte”. ¿Y en la poesía?
-Por desgracia la poesía carece de decorados. Estamos
obligados a tener la experiencia sólo de lo que ocurre ahí, en los
poemas, y que en ocasiones puede llegar a ser tan gratificante como los
decorados en el teatro, pero nunca tan hermosamente secundario.
-Seguro que sabe que es uno de los poetas más influyentes para las últimas generaciones de poetas europeos, ¿cómo lo lleva?
-He oído rumores sobre eso, pero nunca estoy seguro de hasta qué punto debo creérmelo. Por qué yo, me pregunto siempre. A mí mi poesía me parece una cosa deplorable, o, en el mejor de los casos, falta de importancia alguna.
Dicho esto, por supuesto que no puedo evitar sentirme alegre en los
pocos momentos en los que me convenzo de que ser una influencia y todo
eso, pueda ser verdad.
Farrar acaba de reunir, en un par de gruesos volúmenes, la mayor parte
de sus traducciones de prosa y poesía francesa. Ahí sí encontramos
nombres mayores (Baudelaire, Rimbaud, Éluard) junto a otros menores.
-¿Conoce la poesía española?
-Salvo por García Lorca, y una breve aventura con Góngora, la poesía española es, desgraciadamente, desconocida para mí, en parte al menos porque no hablo español. Lo estudié en tiempos, después de haber estudiado francés e italiano, pero me parecía que cometía errores todo el tiempo.
-¿Y algo de prosa?
-Una de las más importantes experiencias literarias de mi vida
han sido las novelas de Javier Marías, en las hermosas traducciones al
inglés de Margaret Jull Costa. Leí una hace algunos años e inmediatamente devoré todas las demás. Es uno de los más fascinantes escritores contemporáneos.
-He leído que últimamente escribe sus poemas mientras ve películas mudas.
-¡Pues no! También corren rumores de que escribo mientras veo la
televisión. Pero requiere mucha concentración lograr la cualidad casual,
arrugada, que persigo. Suelo escribir mientras escucho música clásica
moderna, como por ejemplo Wolpe, Donatoni, Ben Johnston, Ligeti,
Sorabji...
-Diría que el tema sobre el que gira su poesía es la intensidad. ¿Ando muy lejos?
-Puede que tengas razón. Creo que mi poesía habla sobre algo, pero no tengo ni idea de sobre qué.
Sobre qué habla la poesía de Ashbery es uno de los debates favoritos de
la poesía última. A él parece divertirle la discusión, contribuir a ella
diciendo que si habla sobre algo, ni él lo sabe. Dice: “Bueno, yo pienso que pienso, pero no pienso que pensar sea lo que la gente piensa que es”. Así que ya saben qué pensar
Limosna para el apicultor
Comete mejores errores así.
Pásalo durante el desayuno:
la familia y todo el mundo
con un sentimiento parecido al poder,
pleiteando. Menos pesada, tu estrategia textual
descartó otras opciones, por lánguida.
Arrancan las parejas en el polvo,
comienzan. De nuevo.
Pasó a ser parte de la empresa por la noche.
El 26 cae en lunes.
Anteproyectos y similares
El hombre al otro lado de la calle parece feliz,
o complacido. A menudo el botones escapa del suelo.
Después de mucho jugar a las fuerzas armadas
eres mi propio mejor cliente.
Ya he hecho cinco de esos.
Y mi halloween. Pídeme que no lo diga.
El viejo quiere verte -Ahora.
Está bien, pero encuentra el tuyo.
¿Quieres dejar de usar estos?
Quienes ganaron la otra vez me dieron que me sentase en el orinal.
No hagas que otro se ponga lo que tú no te pondrías.
Cómo andar por la ciudad mi amor.
Hombres en ropa interior... Un campo biográfico
como donde vivíamos en las montañas,
una caída. Sí, ya sé que tienes.
Mercancía buenísima, ya sabes, mascotas.
Esculturas rústicas de afuera.
(No van a ver a nadie).
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