Poema de enero




Poema de enero

Un día, algún monje diligente/ encontrará mi obra esforzada y
anónima/. Boris Godunov, de Pushkin.
  
 
Sobre una hoja estampada con el horrible logo
de una fábrica cercana a casa,
escribo a todas luces sobre el fin de una época.
El viento transforma la arena
en rosetones aislados
del bosque salen fieras que desmiembran
sin hambre, por placer, no sé,
nunca he sabido, no he podido averiguar
qué pieza abriga la ternura del Hombre,
pero ahí van, envenenan, rasgan,
mutilan y prosiguen a la noche que se avecina.
Creo que habrá guerra, un impulso genético
me avisa: « fue el último muerto»
de un tiempo donde el Hombre se perdió
en un torrente de rostros anónimos
en oscuras informaciones manipuladas.
- hemos perdido la capacidad de sobrevivir,
hasta el héroe se mancha de vulgaridad-
Los poetas, antes desvelados
a la menor quebradura se alistan
para leer vacuidades en parqueos
que caben en la pantalla de un ordenador.
Soy testigo del desmantelamiento de mi ojo,
las fibrillas de neurotransmisión fundidas
sin espaviento escupen basureros:
entre alaridos la plebe sacude confetis,
sale en fotos multi-pixeles-macro-colores
retocado el grano, la pústula en la nariz
se adentraba donde el común viajero
hace su “paripé” de viaje terrestre.
Como si viviese en el faro del planeta,
ayer supe el fin
y diligente arranqué un extenso texto
como si fuese hojilla de helecho estival,
como si me subiese al carromato
que rozaría el magnífico día
que pregonan incautos por allá afuera.
-Quedan pocos recuerdos
de la isla donde nací,
pocos cercanos.
Pensé que no tendría dudas, ni deudas
pero envejecí entre desconocidos
no curé a mi hija, no terminé un libro
que atore al buitre al editor al amigo
y ni siquiera voy al espejo
pues toda huida es quedarme entre ellos.
 
Margarita García Alonso
(Tomado del libro, La costurera de Malasaña, publicado por Editions Hoy no he visto el Paraíso)

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