Ella también escribe, por Camilo Venegas en El Fogonero.
Ella también escribe
No
recuerdo el año exacto, pero fue durante ese largo final que tuvo en
Cuba la década de los ochenta. Tampoco recuerdo el motivo, solo sé que
las luces de la sala estaban apagadas y Roberto Fernández Retamar pidió
que las encendieran porque entre el público estaba su querido amigo
Fayad Jamis.
Descubrimos al poeta
en uno de los extremos, con una venda en el cuello y abrazado a una
muchacha que lo sostenía en pie. “Ella también escribe”, dijo alguien a
mi lado. “Pero está buenísima”, aclaró otro. Dos o tres semanas después
leí en la prensa la muerte de Fayad. Había oído muchísimas veces la
palabra “viuda”, pero era la primera vez que la pronunciaba: “¿Cómo está
ella?”, pregunté.
Un año después, me
invitaron a un encuentro de escritores que se celebró en la playa de
Rancho Luna. Coincidimos en el hotel con una tormenta tropical. Los
aguaceros y las rachas de viento convirtieron las áreas comunes en una
zona de desastre. Por eso la mayor parte del tiempo permanecimos en las
habitaciones, sin poder salir a nada.
Yo compartía la mía
con Alfredo Zaldívar y justo al lado de nosotros estaba la de Wendy
Guerra y Margarita García Alonso. A Wendy la había conocido años atrás,
una tarde que me invitó a una crema de queso en el Wakamba. A Margarita
la había visto una sola vez, aquella noche en que encendieron las luces
de Casa de las Américas y apareció abrazada al poeta.
Hace unos meses que
nos volvimos a encontrar y, aunque ella sigue en Le Havre y yo en Santo
Domingo, de vez en cuando nos encerramos en una habitación de Facebook
para seguir conversando y esperar a que pasen nuevas tormentas. En un
intercambio de esos, llegó un poema mío a uno de sus blogs.
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