apuntes conflictivos, qué vergüenza de gente
ya en Miami no
saben que inventar para seguir tocando dinero, ahora es un Museo del exiliocubano, como si ya no tuvieran suficiente con cincuenta y cuatro años en el
negocio: "Por la libertad de Cuba". Cuatro gritones y cuatro políticos
que dan la mano y el culo con cualquier cosa, cualquier gentuza pelua,
cualquier agente ex agente ex guardaespaldas, ex dirigente, ex pincho ex hijo,
hijo de y los voceros más leídos de esto y lo más otro...los mismos (allá en la
isla, ahí en Miami, reproducción de la tara mayimbe), mismos, mismos de siempre
qué no harán con tal de que aquello siga jodío y así tener entrada
garantizada... qué vergüenza de gente...
Celosos de la entrada financiera, si pueden empujar empujan, resisten, se metamoforsean, sin pensar en la CREACION DE una estructura que agrupe, defienda, promueva a quienes viven lejos de la isla,- de esto ya ni hablo, LA ULTIMA VEZ retomaron mi propuesta de expo, la realizaron en lo que llaman Museo cubano de Miami y no me invitaron a la muestra, hasta ofendieron-
Es lo que hay en la repartidera de jabitas desde hace medio siglo, kilito a quilito, completamente empalagados con la idea de poseer cuatro muros donde pongan sus fotos en gran formato...
Celosos de la entrada financiera, si pueden empujar empujan, resisten, se metamoforsean, sin pensar en la CREACION DE una estructura que agrupe, defienda, promueva a quienes viven lejos de la isla,- de esto ya ni hablo, LA ULTIMA VEZ retomaron mi propuesta de expo, la realizaron en lo que llaman Museo cubano de Miami y no me invitaron a la muestra, hasta ofendieron-
Es lo que hay en la repartidera de jabitas desde hace medio siglo, kilito a quilito, completamente empalagados con la idea de poseer cuatro muros donde pongan sus fotos en gran formato...
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'El sueño de la razón' (H. ANTON)
Héctor Antón | La Habana | 23 Ago 2014 -
Abel Prieto
Antonio Benítez Rojo
Antonio José Ponte
Crítica
Emilio Ichikawa
Gustavo Pérez-Firmat
Internet
Leví Marrero
Rafael Rojas
Reina María Rodríguez
Revistas
La crítica cultural en Cuba es un campo minado donde pueden ocultarse o surgir espontáneamente las bombas.
Una moderación polémica descuella entre críticos e historiadores mimados por la Institución-Arte. Es innegable la costumbre de tolerar "males necesarios" para tenerlos en un puño. Ahora, los actores de este selecto elenco acaban por hallar un equilibrio salvador que los mantenga dentro del juego. La "muerte en vida" es una paranoia vigente en simuladores hechos de azufre y serpentina.
La "tradición cubana del no", plantada por "oscuras cabezas negadoras", no debe crecer como una mala yerba en el huerto de la "inteligencia emergente". Paradójicamente, la "tradición cubana del sí" se consume a sí misma. A los cubanos les gusta la sangre y, si un texto crítico aspira a ser leído, debe arremeter contra algo o contra alguien, incluyendo nombres y apellidos. Los francotiradores del criterio respiran a costa de sus víctimas simbólicas, siempre que eviten la coartada de identificar a los sujetos cuando se les ensalza y generalizar su identidad cuando se les impugna un desatino.
Los culebrones teóricamente herméticos o políticamente correctos están condenados al olvido. ¿Qué se puede esperar de recuentos plagados de citas y bibliografía, donde los muertos encarnan el presente y los vivos el pasado o el futuro? Los traficantes de ideologemas pueden ignorar sin remordimientos las facultades encráticas de la metáfora.
La gente sedienta de conocimiento busca como perros de caza novedades de Rafael Rojas, Antonio José Ponte o Emilio Ichikawa, en medio del huracán reguetonero que dilata los baches físicos y mentales del archipiélago. Las Bibliotecas Cívicas Independientes prueban el interés hacia un cuerpo ensayístico que aglutina más seguidores que narradores como Leonardo Padura, Pedro Juan Gutiérrez o Zoé Valdés. De cierta manera, distantes del lector clandestino, están el historiador Leví Marrero, junto a los también ensayistas Antonio Benítez Rojo y Gustavo Pérez-Firmat.
Lo alarmante es comprobar lo diezmadas que están dichas bibliotecas. Sus promotores alegan que los libros se prestan y no vuelven. Algunos ya no sueltan nada por temor a quedarse sin nada. ¿Quiénes los solicitarán para luego botarlos al tanque de basura? ¿Opositores irresponsables o disciplinados "lectores-espías" de la voraz policía política?
Basta mencionar un "ensayo perdido" como José Martí: la invención de Cuba (2000). Los activistas online contra la desinformación nacional pudieran circular el estudio de Rafael Rojas, a través de sus redes informativas. "La invención de Rojas" se titula el comentario aparecido en el suplemento digital La Jiribilla. ¿A quiénes pretendía aleccionar un gacetillero salido de la cloaca militante? ¿A los mismos que le encargaron una tarea de choque incomparable a su catadura martiana-fidelista?
La crítica cultural en Cuba duerme una eterna siesta en la hamaca de la publicidad oficial. "Divide y vencerás", constituye una fórmula de rigor en el pulso entre el poder y la masa crítica. Esa intransigencia de artistas y escritores ante discernimientos incómodos justifica la mano dura de la intolerancia hegemónica. Guataquería, tapujo y arte del remiendo campean por sus respetos en el trópico que un desterrado añoró fertilizar sin éxito desde una playa imaginaria.