dE Jesús Alberto Díaz Hernández «Tinito»

 
 
 DELTEDIO, Jesús Alberto Díaz Hernández –Tinito-
en Editions Hoy no he visto el Paraíso, 2014
Edición y portada: Margarita García Alonso
ISBN: 978-2-919441-29-7 
 
 
 
 
 
 

Sé que debo estar contento ] & de hecho lo estoy [ pero he tenido un día difícil, un día que oscila entre amenazas laborales &1 sin fin de cosas, ha sido 1 de esos días, sobre todo cuando la plomiza saliva del «laburo» se acurruca sobre el grillete. Sobre el grillete que nos marca & nos impulsa a escribir ] que es otra faceta del laburo [, más allá de la joroba de este miércoles & su costumbre, extiendo mis AGRADECIMIENTOS, a Margarita García Alonso, por hacer posible este proyecto, por su entusiasmo & apoyo, así como a cada 1 de vosotros que me han dedicado parte de su tiempo. Me despido, no sin antes compartir 3 textos de esta entrega con vosotros.
Agradecido,
Jesús Alberto Díaz Hernández «Tinito»

DE LA EDAD DE ORO
A pesar de la ironía
que despedían sus poros,
el romántico tenía
razón: donde los niños
existe la edad de oro.
No es que sean diferentes los niños de hoy: Minúsculos centauros que retozan en la viña de un dios pigmeo que engrandece con la sombra. Sus manos lenes crean imperios, sin advertir que la sombra es la niñez que pasa.
Como una luz apenas perceptible, que los de ayer contemplamos con vil sutileza, de verlos triscar con el oro del tiempo.
En los viñedos de infancia, los niños de hoy y de ayer se conectan, mientras truecan los quehaceres, el joven y el viejo.

THE TIMES THEY ARE A CHANGING

El viento del 1984 trajo consigo mi primer cassette de Bod Dylan, acordes que ilustraban las páginas del «Grito y el mito» como la hipocresía en la sencudaria:«Combate de Bacunagua», o en los surcos de tabaco Chivirico, donde tuve que arañar la tierra. Sí, eso fue en el 1984, cuando mi tía en el sanctasanctórum de la misericordia, aún trajinaba al compás de Led Zeppelin. Como un pájaro que rompe la barrera del sonido, el viento cambió todo de lugar, hasta los muertos abandonaron su morada de lápidas sin nombres, e incluso mis amigos que «por tocar las puertas del cielo» se inyectaron el virus del SIDA, me dicen que en el paraíso hace un calor infernal y que Dios es un niño con complejo de Edipo. Sin embargo no son las épocas las que cambian en sí, somos nosotros que derramamos amargos credos sobre nuestros cuerpos.
Ah, esta vida «frégoliana», estos teatros mal ventilados: -«Hijo no abandones tu casa», suplicó mi madre y sé que debí haber advertido, pero el viento se llevó las palabras, antes que yo pudiera alcanzarlas.
*
A veces un leve gesto,
una palabra,
pudiera salvarnos de nosotros mismos,
o del doble que resurge cuando miramos al espejo,
en este mundo en el que muchos asumen la grandeza
ignorando lo que antes fueron.
Soy apenas un saco de huesos,
un frasco de sangre O+
un cadáver que busca al asesino,
un mesías que resucita cada mañana
mientras la luz se pudre en la materia,
no en el espíritu.
Cuánto pesa la nada!
estos huesos de hierro dentro de mi cuerpo endeble,
este sentir que llevo hacia el calvario:
la desventura de saber que la soledad hiere
y adelgaza.
J. A. D. H «Tinito»
Agradecida 

Commentaires

Articles les plus consultés