Poemas de Emily Elizabeth Dickinson

Emily Elizabeth Dickinson,  Amherst, Massachusetts (Estados Unidos), 10 de diciembre de 1830
 Amherst, Massachusetts (Estados Unidos), 15 de mayo de 1886 (55 años) Poetisa estadounidense. Ilust. ©Garcíaalonso Margarita.

Descubierta por fin la adivinanza,
sin compasión al punto se desprecia,
que en la naturaleza humana, necia,
la novedad muy corta vida alcanza.

Emily Dickinson







Incluso el Rey se rinde a la locura
de este tiempo vernal, mas el payaso
es sin duda de Dios el predilecto,
puesto que aquel valora tiernamente
esta metamorfosis memorable,
experimento de verdor divino
que parece el espejo de su alma
colorida y risueña.

Emily Dickinson

Cayeron como copos, cayeron como estrellas
    Cayeron como copos,
    Cayeron como estrellas,
    Como pétalos de una rosa
    Cuando de pronto a través de junio
    Un viento con dedos avanza.
    Perecieron en el pasto desarraigado,
    Nadie pudo hallar el lugar exacto
    Pero Dios puede convocar cada faz
    En su lista de abolidos.
     Está la soledad de las alturas,
y la del mar, la de la muerte... Pero
todas ellas son grata compañía
al lado del lugar más escondido
que puede concebirse,
esa privacidad helada, inmensa,
del alma que afirmándose a sí misma
pone un punto y final a lo Infinito.
Emily Dickinson

Como ojos que miran las basuras
    Como ojos que miran las basuras
    Incrédulos de todo
    Salvo del vacío y quieta soledad
    Diversificada por la noche.
    Sólo infinitos de la nada
    Tan lejos como podía ver
    Así era la cara que yo miré
    Así miró ella misma a la mía.
    No le ofrecí ninguna ayuda
    Porque la pena era mía
    La miseria densa y tan compacta
    Tan desesperanzada como divina.
    Ninguna se absolvería
    Ninguna sería una reina
    Sin la otra, de modo que
    Aunque reinemos, pereceremos.


Como si yo pidiera limosna común

    ¡Como si yo pidiera limosna común
    Y en mi suplicante mano
    Un extraño pusiera un reino
    Y yo perpleja quedara,
    Como si hubiera pedido a Oriente
    Que me mandara una mañana
    Y que levantara su purpúrea barrera
    Y destrozarme con el alba!


Cualquiera que desencante
    Cualquiera que desencante
    A un solo ser humano
    Por traición o por irreverencia
    Es culpable de todo.
    Inocente como un pájaro,
    Gráfico como una estrella
    Hasta una sugestión siniestra
    Que las cosas no son lo que son.
Todo lo que tememos es Silencio,
y en la Palabra está la Salvación...
Sin embargo, el Silencio es lo Perenne
que nos oculta el rostro avergonzado.

Emily Dickinson


Cuando cuento las semillas
    Cuando cuento las semillas
    Sembradas allá abajo
    Para florecer así, lado a lado;
    Cuando examino a la gente
    Que tan bajo yace
    Para llegar tan alto;
    Cuando creo que el jardín
    Que no verán los mortales
    Siega el azar sus capullos
    Y sortea a esta abeja
    Puedo prescindir del verano sin lamentos.


Cuántas veces estos cansados pies han podido tropezar
    Cuántas veces estos cansados pies han podido tropezar,
    Sólo mi amordazada boca puede decirlo,
    Ensaya, trata de mover este horrible remache,
    Ensaya, levanta si puedes aldabas de acero.
    Acaricia la fría frente, antes ardiente,
    Levanta si quieres el deslucido cabello,
    Palpa los adamantinos dedos
    Que ya nunca usarán dedal.


El corazón pide placer primero
    El corazón pide placer primero,
    Luego excusa del dolor,
    Luego los pequeños detalles
    Que matan el dolor.
    Luego irse a dormir,
    Y luego, si tiene que ser
    El deseo de su inquisidor,
    El privilegio de morir.


Él era débil y yo era fuerte
    Él era débil y yo era fuerte,
    Después él dejó que yo le hiciera pasar
    Y entonces yo era débil y él era fuerte,
    Y dejé que él me guiara a casa.
    No era lejos, la puerta estaba cerca,
    Tampoco estaba oscuro, él avanzaba a mi lado,
    No había ruido, él no dijo nada,
    Y eso era lo que yo más deseaba saber.
    El día irrumpió, tuvimos que separarnos,
    Ahora ninguno de los dos era más fuerte,
    Él luchó, yo también luché,
    ¡Pero no luchamos a pesar de todo!


El pasado es una criatura tan extraña
    El pasado es una criatura tan extraña
    Que mirarla en la cara
    Arrobamiento puede producir
    O desgracia.
    Desarmado si cualquiera la encuentra
    Le aconsejo huir,
    Si sus desteñidos pertrechos
    Aún pueden responder.


Hay una languidez de la vida
    Hay una languidez de la vida
    Más inminente que la pena,
    Es sucesora de la pena
    Cuando el alma ha sufrido
    Todo lo que puede.
    Una somnolencia difusa,
    Un ofuscamiento como neblina
    Envuelve tu conciencia,
    Una neblina que conduce a un despeñadero.
    El cirujano no se inmuta ante el dolor,
    Su hábito es severo,
    Pero él sabe que ha cesado de sentir
    La criatura que yace ahí.
    Y te dirá que la técnica tardó,
    Que alguien más poderoso que él
    Ha oficiado antes
    Y ya no hay vitalidad.


La sortija ya no estaba
    En mi dedo tenía una sortija.
    La brisa entre los árboles erraba.
    El día estaba azul, cálido, bello.
    Y me quedé dormida sobre la suave hierba.
    Al despertar miré sobresaltada
    Mi mano pura en aquella tarde clara.
    La sortija entre mis dedos ya no estaba.
    Cuanto poseo ahora en este mundo
    Es sólo un recuerdo de color dorado.


La ventaja de la desesperación
    La ventaja de la desesperación se logra
    Sufriendo desesperación
    De estar asistido por reveses,
    Uno tiene que haber conocido el revés.
    El valor de sufrir como
    El valor de la muerte,
    Se conoce probándolo,
    No lo puede otra boca;
    De salvadores, volvednos conscientes
    Como nosotros mismos hemos compartido
    La aflicción nos parece impalpable
    Hasta que a nosotros mismos nos hiere
    En lo más profundo.


Morir sin morir

    Morir sin morir
    Y vivir sin la vida
    Es el más arduo milagro
    Propuesto por la fe.


Mucha locura es juicio divino
    Mucha locura es juicio divino
    Para el ojo más sagaz
    Mucho juicio, la más estricta locura
    Para la mayoría;
    En esto y en todo, prevalece
    Asiente, y entonces eres normal,
    Disiente y eres directamente peligroso
    Y manejado con cadenas.


Ningún cepo puede torturar mi alma en libertad
    Ningún cepo puede torturar
    Mi alma en libertad,
    Pues detrás de este esqueleto mortal
    Se teje uno de más valor.
    No puedes horadar con un serrucho
    Ni traspasar con una cimitarra
    Dos cuerpos, por lo tanto perdura,
    Amarra uno y el otro vuela libre.
    El águila no se despoja
    De su nido y, sin embargo,
    Gana el cielo
    Más fácilmente que tú.
    Excepto tú mismo tal vez nadie pueda ser
    Tu enemigo,
    Cautividad es conciencia
    Y también es libertad.


No era la muerte, pues yo estaba de pie
    No era la muerte, pues yo estaba de pie
    Y todos los muertos están acostados,
    No era de noche, pues todas las campanas
    Agitaban sus badajos a mediodía.
    No había helada, pues en mi piel
    Sentí sirocos reptar,
    Ni había fuego, pues mis pies de mármol
    Podían helar un santuario.
    Y, sin embargo, se parecían a todas
    Las figuras que yo había visto
    Ordenadas para un entierro
    Que rememoraba como el mío.
    Como si mi vida fuera recortada
    Y calzada en un marco
    Y no pudiera respirar sin una llave
    Y era como si fuera medianoche.
    Cuando todo lo que late se detiene
    Y el espacio mira a su alrededor
    La espeluznante helada, primer otoño que llora,
    Repele la apaleada tierra.
    Pero todo como el caos,
    Interminable, insolente,
    Sin esperanza, sin mástil
    Ni siquiera un informe de la tierra
    Para justificar la desesperación.

No sabemos el tiempo que perdemos
    No sabemos el tiempo que perdemos,
    El momento es horrible
    Y toma su lugar fundamental
    Entre las certidumbres;
    Una firme apariencia aún distiende
    El naipe, la suerte, el amigo,
    El espectro de la estabilidad
    Cuya sustancia es arena.


Nunca me sentí en mi casa aquí

    Nunca me sentí en mi casa aquí
    Y en el cielo radiante
    No me sentiré en mi casa, lo sé,
    No me gusta el Paraíso.
    Porque es domingo todo el tiempo,
    El recreo nunca llega,
    En el Edén serán tan solitarias
    Las brillantes tardes del miércoles.
    Si Dios pudiera hacer una visita
    O dormir una siestita
    Para no vernos, pero dicen
    Que él mismo es un telescopio
    Perenne que nos mira,
    Yo huiría de él
    Y de todo lo demás,
    Sí, ¡pero está el día del Juicio Final!


Para siempre a su lado caminar
    Para siempre a su lado caminar,
    Lo más pequeño de nosotros dos.
    Cerebro de su cerebro
    Y sangre de su sangre,
    Dos vidas y un solo ser.
    Para siempre probar este destino,
    Si es dolor, la mayor parte,
    Si es dicha, entregar mi parte
    Por ese anhelado corazón.
    Toda una vida para conocernos el uno al otro,
    A quien nunca podremos conocer,
    Y de vez en cuando un cambio
    Llamado cielo,
    Raptos confraternizados de hombres
    Sólo para descubrir lo que nos perturbaba,
    Sin palabras.


Porque yo no podía detener la muerte

    Porque yo no podía detener la muerte,
    Bondadosa se detuvo ante mí
    En el carruaje cabíamos sólo nosotras
    Y la inmortalidad.
    Lentamente avanzamos, sin apuro,
    Yo puse de lado
    Mi labor y mi ocio
    Por cortesía hacia ellas.
    Pasamos por la escuela, donde jugaban
    En el recreo del patio los niños.
    Pasamos por los serenos pastos del campo,
    Pasamos por la puesta de sol.
    O, más bien, él nos pasó.
    El rocío caía trémulo y frío,
    Y sólo de gasa era mi vestido,
    Mi esclavina sólo de tul.
    Nos detuvimos ante una casa que parecía
    Una protuberancia de la tierra,
    El techo apenas visible,
    La cornisa casi en el suelo.
    Desde entonces siglos pasaron, y aún
    Me parece más corto que aquel día
    En que por vez primera intuí
    Que las cabezas de los caballos
    Apuntaban a la eternidad.


Que yo siempre amé

    De que yo siempre amé
    Te traigo la prueba,
    Que hasta que amé
    Yo nunca viví bastante.
    Que yo amaré siempre
    Te lo discutiré,
    Que amor es vida
    Y vida inmortalidad;
    Esto, si lo dudas, querido,
    Entonces yo ya no tengo nada que mostrar
    Salvo el calvario.


Renunciación es una penetrante virtud
    Renunciación es una penetrante virtud,
    Es dejar que se vaya lo presente
    Por una expectativa,
    No ahora,
    Retirar los ojos
    Al amanecer,
    No sea que el día,
    El gran progenitor,
    Sobreviva.
    Renunciación es elegir
    En contra de ti mismo
    Para justificarte
    A ti mismo,
    Cuanto más grande es el acto
    Hace que parezca más pequeña
    La oculta visión aquí.


Repetir en nosotros renovados deleites
    Repetir en nosotros
    Renovados deleites
    Es como un asesinato
    Omnipotente, agudo.
    No soltamos el puñal
    Porque amamos la herida,
    Ese puñal conmemora
    Memorias que nos van matando.


Si tus nervios te delatan
    Si tus nervios te delatan
    Vive por encima de tus nervios,
    Ellos pueden apoyarse sobre la tumba
    Si temen desviarse.
    Es una postura segura,
    Que no se dobla,
    Sostenida por brazos de bronce
    Que el mejor gigante hizo.
    Si tu alma vaciló,
    Levanta la puerta carnal,
    El miedoso pide oxígeno,
    No pide nada más.


    Es la Esperanza el ser con plumas
    que se posa en el alma,
    y sin palabras su canción entona
    y ya nunca se calla,

    y es más dulce su voz en el gran viento.
    Habrá de ser muy dura la borrasca
    para abatir al pájaro chiquito
    que a tantos dio su llama.

    Oí su voz en las más frías tierras
    y en la mar más extraña;
    pero nunca en los días de miseria
    me pidió una migaja.
Emily Dickinson Museum: The Homestead and the Evergreens
(10/12/1830 - 15/05/1886)
Nació el 10 de diciembre de 1830, en Amherst, Massachusetts (Estados Unidos), en el seno de una familia puritana y severamente religiosa. Su abuelo, Samuel Fowler Dickinson, fue fundador de la Universidad de Amherst. Su padre era abogado y político y su madre una reconocida dama de la cual heredó su primer nombre: Emily Norcross.  Amplió estudios en la academia de Amherst y en el seminario femenino de Mount Holyoke, South Hadley, en Massachusetts. 
Cuando cumplió 30 años se convirtió en una ermitaña. Se piensa que la razón de esta decisión fueron sus arrebatos románticos. Sensible y tímida, dejó transcurrir su existencia en su pueblo, recluida en casa y casi sin salir de su habitación. Leía especialmente La Biblia, a William Shakespeare, al poeta John Keats y a las hermanas Brönte 
Desde ese momento se dedicó a escribir poesía original. Escribió unos dos mil poemas y unas mil cartas sin salir apenas de su casa de Amherst. La primera figura literaria de la época en darse cuenta de su valía como poetisa fue el clérigo y escritor Thomas Higginson, que le aconsejó no publicar su obra ya que iba en contra de las convenciones literarias de la época. Pero su otra influencia literaria, la novelista Helen Jackson, intentó convencerla para que publicara un libro de poemas. 
En vida tan sólo publicó siete, pero tras su muerte se encontraron entre sus papeles 2.000 poemas, algunos de los cuales sólo eran fragmentos. A partir de este material, Higginson y Mabel Loomis Todd, una amiga de Amherst, editaron la primera selección de su obras, Poemas (1890), que tuvo un gran éxito popular. 
Varió los efectos de la rima empleando también rimas asonantes (por ejemplo, "tune" con "pain"), un recurso muy utilizado por los poetas del siglo siguiente. Utiliza un lenguaje muy sencillo, pero su sintaxis compleja dibuja una rica variedad de connotaciones a partir de palabras corrientes. Emily Dickinson falleció en Amherst el 15 de mayo de 1886.

Cuando el Tiempo se acabe lo sabré,
aunque no pueda hacerme más preguntas,
pues Cristo nos explicará el motivo
de un dolor que no tiene explicaciones.

Aquello que San Pedro prometiera
se expondrá en su verdad, pasmosamente,
y este infierno que quema en mi interior
será la brizna que se lleva el viento.

Emily Dickinson 

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