A nado en el estanque de Yoandy Cabrera.
de Yoandy Cabrera.
Prólogo de Elina Miranda.
2013, 96 pp.
Colección Betania de Poesía.
ISBN: 978-84-8017-331.5.
PV: 12.00 euros ($15.00).
El poemario
comienza mientras la madre teje un mantel;
inmediatamente eres cómplice, el iris se
desliza a la zona rarísima del cerebro que despierta visiones; te ves acariciando la cabeza de quien se
apresta a moldear un cuerpo y lo más arriesgado su ánima.
Hemos llegado, es lo que hay, no ha desperdiciado palabra, no ha sido complaciente pero ha amado cada resonancia de su daktilus, me digo, tiene fibra, se ha desprotegido para emprender viaje. Viaje de poro, sanguíneo; en cualquier momento me sacude la cábala, tal es la perfección de esta entrega, el espejismo de observar en el estanque a Adán, unos segundos en el fango humano, y luego en ascensión, en la épica de conquistarse .
Yoandy Cabrera no
es un poeta de biblioteca, de esos que me dan urticarias porque parecen
polillas que riegan en líneas su saber. Está
mordido por el don y trabaja el verso
con un cuchillo, sobre una tablilla de material único, puede ser madera, o
arcilla, sea cual sea el soporte ha llegado al extremo de roca calcinada, roca
de estanques volcánicos.
Nunca hago caso a
los prólogos de los poemarios, prefiero que sean epílogos, siempre al final,
después que el verso /verbo ha corrido. Firmado por Elina Miranda, tiene título: “Adán, Narciso, Gilgamesh en
busca de la anagnórisis” El excelente texto me asustó y fue el principal
motivo que postergara la lectura, temía a una invasión de griegos en la mesa.
Pero
encontré Doméstica, la fina urdimbre de la revelación, el arroz en las manos, y
el despliegue de visiones, paisajes nítidos, presencias que encienden pechos, olores.
Encontré el polvo de la alquimia poética que es el “humanismo” y me convencí
que en ese estanque no sabes si el pie
toca fondo, fango o cuerpos suspendidos
por la voz de Yoandy que les inmortaliza en astros acuáticos, marea baja, marea creciente
para que saltes a su vértigo.
“Me llevas ventaja como la sombra a la torre”, -dice en Toledo adentro. Repito
el verso cuando asomo a su cartografía. Sí, es una carta que avisa: se detuvo, le faltó el aire, rasgo
la túnica. Lo dice, con el más simple lenguaje, exquisito, porque lo dice desnudo, y termina en el
instante, sin quejas, lo sé por andar en esas, anuncia que ahí volverá muchas
veces.
Solo se ha desprendido un jirón, por
alguna razón secreta, en ningún caso para halagarte, él no busca recompensa. La
famosa recompensa, diré, es la segunda
causa que me intoxica en la poética contemporánea, el afán del “escribiente” por plantar una de esas palabras santas, de
tansanta tancomún, que hace vibrar a lectores entusiasmados en el buen hacer y la frivolidad. Yoandy no cae en
esa mega aspiración vacía; tampoco rellena el verso con la altisonancia de “toma,
tengo diccionario en casa”; llega, canta y se va sin amarres, qué lujo de
libertad y poeta.
PRESAGIO
Alguien destruye los anchos muros de la noche
verticales de arcilla invisible
varaderos ásperos en que tendimos
la tela y nuestros cuerpos
Vuelan altos los ojos ciegos búhos del deseo
espigas de savia feroz que ascienden
a la constelación oculta para caer
por la murada y áspera silueta del torreón
se posan semillas indefensas ya
crujiente hojarasca bajo nuestros pies
Tus hombros contra el muro
la otra cara del amor que lo cercena
epifanía triste
Vamos a hacer una enramada
donde pueda recostar mi huella en tu mano
mi mano en el núcleo de la noche
en el centro de tu rostro
cicatriz sangrante
Vamos a hacer de saliva ánforas transparentes
en que acune palabras
y muera el verbo anudado
que el viento romperá
El amor no existe digo
y mis ojos se hunden en la vigilia
el amor es un vacío profundo que el deseo rompe
voz quebrada como ánfora al aire
su descenso
en que las figuras se cortan
con toda la simetría
de lo terrible y desconocido
El poeta advierte, que camina Grecia, Roma, la Habana, Toledo, Venecia, ni
él va solo, ni eres un simple lector, la ciudad fluye en el óleo cuántico de
ojos que nacen del sedimento y llegas a
dudar si alguna vez caminaste mejor por una cuerda. Pero es su cuerda, la tuya solo
oscila, es la universalidad del libro de
Yoandy Cabrera, la que perturba la gravedad.
UNO
La magia ante el espejo
Narciso en el estanque
la rara superficie
me imita me limita
Besar el rostro mío
después del desencanto
despacio me seduzco
hasta yo fecundarme
No lloraré al extraño
me tengo para siempre
Me violo no pregunto
cómo llamar a esto
ni cómo cantarán
de mi estirpe los hombres
El número es perfecto
mediocre es el cristal
me imita me limita
Narciso en el
estanque
Cuando llegas a “EN
LOS ALTOS TRIRREMES”, es posible que también
abandonaras la armadura. Estoy
acostumbrada a recorrer continentes en papeluchos desteñidos, en tablillas
donde no explican si el hueco es puente
o muralla desbastada, me siento en
hermandad al conocer a otro místico, el mapa que le ha sido dado se detiene en Uruk, portal de almas que se han despedido
EN LOS ALTOS TRIRREMES
y que finalmente los medos pasarán…
Kavafis. “Termópilas”
I
El canto de la espuma lo revela
la soledad imagina el regreso de las naves
no fueron los persas quienes anclaron en el Falero
fue el pasto férreo del silencio
el aire hiriente que hoy golpea el cristal
Podría permanecer la tarde
ungiéndome con aceite en la soledad del cuarto
o peinándome como un joven griego antes del combate
He de rozar la transparencia
la batalla buscar mi cadáver en los transeúntes
La soledad ancló en aquellas ruinas
hoy lo hace en la rada de mi pecho
no fueron los persas frívolas criaturas
amantes como nosotros de poder y culto
Mis labios esperan el ancla
no al mortal moribundo que finge existir
ni los carros extranjeros
que me obligaron a escapar
con los míos
en los altos trirremes
II
Nada puede hacer ya el hombre en mi contra
solo lo incorpóreo
ni el mármol
ni los rostros efímeros
sí la belleza
eso que en el éter se deshace
y eternamente vuelve
EL SUEÑO DE GILGAMESH
La esencia de Anu descendió sobre mí
y abracé al desconocido como si fuera mi esposa
contra la noche contra los árboles
contra las bestias de su mirada
lo abracé
a mi enemigo y su venganza
volvió en sonrisa en una ola de estrellas afiladas
Madre vi otro sueño en la confusión
Uruk es una ciudad rodeada de hachas
de puñales florecidos
bajo los que algunos hombres
se mueven con agilidad con torpeza
buscando algo que ni ellos conocen con exactitud
pero este no había nacido de madre
sino de dios
no creció en las calles de Uruk
sino que las fieras cuidaron de él en las colinas
Un hacha es como una mujer que atrae
y golpea con exactitud sobre el costado
o sobre la flor de un pecho
y el desconocido era el hacha de la noche
con ojos de bestia indomable de centinela perdido
con rostro de viajero que transitó en exceso
bajo el cielo enemigo de la vigilia
Levantó la vista y Uruk la amurallada
Uruk la de amplios mercados
tensó sus caminos sus pobladas arterias
su festejo interminable
levantó la vista y luchó contra sí mismo
porque toda amistad es un largo enfrentamiento
porque toda amistad se funda en el combate
luchó contra sí contra él contra el otro
el yo de las colinas y chocaron como bueyes
revolcados contra el polvo de la isla
contra el dintel de la muralla
contra el muro interminable de Uruk
He tenido amigo otro sueño
mi cabeza
mientras descansaba sobre tus rodillas
duras y espigadas como robles
andaba por páramos silenciosos
hasta que pude tocar el corazón de la bestia
hasta que hurgué en el pecho del enemigo
como quien penetra en un santuario
y pude ver tu rostro
abrirse entre las ramas
entonces callé me detuve
abriste tu corazón
desde el corazón de la bestia
y me diste de beber
como un dios en medio de los cedros
me diste agua
¿Era necesario en verdad cortar los grandes cedros?
Las alas de lapislázuli el viaje como un velo de novia
y el dolor de la partida inevitable
como un pino viejo que se viene abajo
carraspeando el vacío
El recuerdo es una estatua de oro invisible
Como una esposa perdida
Gilgamesh salió al campo a llorar la muerte de su amigo
entre cedros velados entre verdes y silenciosas novias
se retorcía y por primera vez sintió miedo
su elección era éxodo
y avanzó temeroso con el hacha al hombro
con la memoria en estela
El dolor es la ausencia del fuego en la mañana
pero deja que mis ojos contemplen el sol
para saciarme de luz
deja que baje yo a las profundas arcas marinas
y recuerde el duro abdomen
sobre el que construí una casa
sobre el que planté un árbol
sobre el que juré con amargura
Como un junco esquivo
tu imagen se volvió golpe de viento
pájaro de tempestad
y una camisa blanca
delató tu condición de forastero
Uruk es la ciudad que abandonas
Uruk es la ciudad que no vuelve
Uruk es el tiempo
la tiranía que cambias por el camino
hacia desconocidos ínferos
hacia los hermosos paisajes de la muerte
y tu cuerpo que yo tocaba
con regocijo en el corazón
estará lleno de polvo
¿Has visto? mi brazo
como el de un diestro escriba
surge íntegro y desnudo
entre las densas aguas de la vigilia
Y estoy solo
Es difícil respirar
después de un poema tan sólido, y
perturbador. Es aterrador descubrir este hermoso poemario, recién publicado por
Betania. Es fuerte y te pone a prueba.
Yoandy Cabrera (Pinar del Río, Cuba, 1982) es
licenciado en Filología por la Universidad de la Habana (UH) y máster en
Filología Clásica por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Ha sido
profesor de Letras Clásicas en la UH. Obtuvo el premio Dador de de
Investigación en 2009. Actualmente es editor y crítico de poesía. Realiza el
doctorado en Filología Griega en la UCM, cuenta que “De lo escrito durante los últimos diez años (2003- 2013), esto es lo que
he salvado del fuego. El libro es, por tanto, la celebración de una década de
fe en la poesía y la palabra.”
Creo,
realmente creo, que Yoandy Cabrera tenía
en mente dejarnos un mensaje, hace una semana que trato de acercarme, releo los
poemas, tienen que haber surgido como un manantial, mucha aplicación les ha
llevado a estanque, pero creo, sobre todo creo que “eligió morir”,
como cualquier poeta que respete su destiné
y envejece en/con los versos que confiesa en el instante donde la arena y el viento contraen matrimonio, en plena ventisca.
Quizás sea, simplemente, el raro fenómeno de un buen libro, que te
obliga a regresar a la ciudad del poeta: «No el lugar desde donde se extienden las
olas a los lejos, sino la razón y prudencia son las que disipan las
crueles inquietudes. Los que navegan a través del mar mudan de cielo, pero no
la disposición del ánimo. ¡Inútiles y vanos esfuerzos! Volamos tras la dicha recorriendo
la tierra en las cuadrigas y el mar en las naves, y lo que buscamos
está aquí, en la misma aldea de Ulubres, si sabemos conservar el espíritu
completamente sereno" (Horacio - Obras Completas - T° II - Sátiras y
Epístolas - Epístola XI ( a Bulacio) -pág. 126)
Y él ha escrito sereno, demasiado sereno
para un apasionado, sereno como un excelente Hombre que inquieta al mundo.
Agradecida de encontrarle en mi destino. Sirvan estas anotaciones para invitar
a su lectura.
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