BESTIARIO, del poemario SUSTOS DE MUCHACHA, margarita garcia alonso, 1988
BESTIARIO
Es
la bestia, mejor cierren los ojos
y
juren alejar el paso.
Es
la enorme osamenta que recorre la ciudad
en
busca del vendedor de girasoles,
repetida
en el espacio invisible del gentío.
Espanto
oculto en una bolsa de viaje,
donde
no quedan boletos de suerte,
intentos.
Sólo dolor del camino.
La
fruta prohibida lejos, lejos su cabeza. En la fruta.
Sabe
que no existe Dios para los hombres,
y
la Bestia se alimenta de inventos y aúlla al devorarse.
Cierren el paso.
Cierren el paso.
No
aceptarán sus veinte ojos,
las
ocho manos que abordan la nave del aire.
No
aceptarán Bestias del campanario,
habitantes
del cobertizo de la luz.
Cresta
de hipocampo, espina de presagios, tatuaje y
una
piedra que zurce y late en el costado oculto.
No
es humano dolor, no es humano
acostumbrarse
al fruto.
La
ignominia es el hada de su invento, el sueño.
El
hada juzga y mide el crecimiento de las rosas
y
la Bestia confundida enclaustra el alma.
Es
la Bestia, la mancha humana desatada en el
florecimiento,
la de los mil sexos aforados en la pelambre
y
una soledad de ostra habituada, habituada.
Los
inquilinos bordaron el mundo a su gusto,
trazaron
los parques, y les inundaron de flores
de
papel, amarillas y tristes para amantes.
A
la Bestia le asusta creer, le asusta el fruto
que
está en la fuente de los comensales, a mano.
Impotente
lejos, lejos su cabeza, en el fruto
que
amasó a semejanza del paladar y la mente.
No
está preparada la Bestia para compartir un baile,
su
cola es una bandera rasgada
que
se empecina en el amor.
Pero
es horrible la Bestia cuando la silencian.
Parece
tufillo de olvido.
Bestia
su corazón si renuncia.
Aletea
su hambre de mundo.
A
las huestes de la rutina poco importan los aullidos.
La
Bestia se ha colgado de un alero
La
Bestia que ocultamos se cuelga al sol.
¿Quién
velará la llegada del inquilino,
del
habitante de su corazón?
Quién,
sino la Bestia preocupada por la algazara
de
sus inventos, resguarda la lindura y, sin detenerse,
sin
detenerse la Bestia, sin detenerse sueña.
¿Quién
no teme al reto de la Bestia?
¿A
quién no acobardó su bramido?
Quien
no cerró los ojos que la posea
en
el entierro de sus restos.
La
Bestia se cansa de morir, se cansa.
del libro SUSTOS DE MUCHACHA, Margarita Garcia Alonso, Ediciones Matanzas, 1988 en venta aqui:
Commentaires