organizo y encuentro esta
foto de cuando vine a Paris por primera vez, el tiempo, el tiempo, el
tiempo donde envejezco lejos de casa.
Sustos de una antigua muchacha
Esa blancura
me hace propenso
como si todos fueran otros.
Lezama Lima
I
La blancura del cuarto
me repone de los otros.
Soy la salamandra del techo
que bojea en la memoria
a la mujer que no la mató
la sicuta ni el ácido de 1878.
Nada le salva del buque fantasma
anegaré en la bahía la porcelana
donde duerme una muchacha asustada
de bestias y extranjeros.
La mujer no huye al espejo
y sube donde Charlot atrapa a la luna
Cabalga un delfín que morirá en el puerto
desesperado de la tarde.
La muchacha no encontró a su hombre
hora es que el mundo ruede,
ruede y se estremezca.
Menciona las claves del laberinto
de Isadora
y danza.
Ella no fenecerá con la primera grieta
de los ojos.
II
Lo que muere no son sus ojos en las
luces de Pompeya, o los dientes parejos
que destrozan el melón de castilla.
Lo que muere crece se acostumbra
a los sitios vacíos
enrarece y fecunda.
Lo que muere se asemeja al hombre
primitivo que busca las estrellas.
Lo que muere en 1988 es el incendio de la paja
y el rugido en la cabeza de los boyardos
que pelean frente al bosque dividido en
frutales, sombra y veneno.
Lo que muere son las nieves
la catedral blanca.
Lo que muere es el caballo que huyó
con la daga enrojeciendo los adoquines,
el beduino con cientos de cartas,
el azul de las falencias.
Lo que muere es el error de creer
la adolescencia un oficio del siglo.
III
Hablar mucho y atinado del amor
como un pájaro de circo, raro y múltiple
despierto en los niños y los crédulos
y negarlo, pero seguir tras él.
Olvidar la ciudad muerta, las catedrales,
la parodia de las leyes, los salmos
y la parcialidad de esperar.
Caer como el que encuentra
a su asteroide.
Los malentendidos resultan interminables.
Sentarse a ver el campo,
aterrada del visitante y de su luz.
Como Liliput flotando en la habitación
de Jonathan Swift.
Como la nave cansada que desciende al mar
o el animal escogido por el hambre.
Como el ebrio en las destilerías
cambiando palabras
con ese algo trágico e inmaterial
que hemos perdido en las ofensas del siglo.
IV
¿Cómo era entonces la muchacha de los otros
que perecía en amores reticentes?
¿Cómo era asesinos?
Sólo descenderá a la bahía
el hombre de la blancura.
Ultimo poema del libro Sustos de muchacha, Margarita García Alonso, ediciones Matanzas, 1988, prólogo de Carilda Olivier Labra, portada de Fayad Jamis, al cuidado de Luis Marimón., impreso en el Taller de Divulgación Provincial de Cultura, en septiembre de 1988 , según reza: « Año 30 de la Revolución ».
Sustos de una antigua muchacha
Esa blancura
me hace propenso
como si todos fueran otros.
Lezama Lima
I
La blancura del cuarto
me repone de los otros.
Soy la salamandra del techo
que bojea en la memoria
a la mujer que no la mató
la sicuta ni el ácido de 1878.
Nada le salva del buque fantasma
anegaré en la bahía la porcelana
donde duerme una muchacha asustada
de bestias y extranjeros.
La mujer no huye al espejo
y sube donde Charlot atrapa a la luna
Cabalga un delfín que morirá en el puerto
desesperado de la tarde.
La muchacha no encontró a su hombre
hora es que el mundo ruede,
ruede y se estremezca.
Menciona las claves del laberinto
de Isadora
y danza.
Ella no fenecerá con la primera grieta
de los ojos.
II
Lo que muere no son sus ojos en las
luces de Pompeya, o los dientes parejos
que destrozan el melón de castilla.
Lo que muere crece se acostumbra
a los sitios vacíos
enrarece y fecunda.
Lo que muere se asemeja al hombre
primitivo que busca las estrellas.
Lo que muere en 1988 es el incendio de la paja
y el rugido en la cabeza de los boyardos
que pelean frente al bosque dividido en
frutales, sombra y veneno.
Lo que muere son las nieves
la catedral blanca.
Lo que muere es el caballo que huyó
con la daga enrojeciendo los adoquines,
el beduino con cientos de cartas,
el azul de las falencias.
Lo que muere es el error de creer
la adolescencia un oficio del siglo.
III
Hablar mucho y atinado del amor
como un pájaro de circo, raro y múltiple
despierto en los niños y los crédulos
y negarlo, pero seguir tras él.
Olvidar la ciudad muerta, las catedrales,
la parodia de las leyes, los salmos
y la parcialidad de esperar.
Caer como el que encuentra
a su asteroide.
Los malentendidos resultan interminables.
Sentarse a ver el campo,
aterrada del visitante y de su luz.
Como Liliput flotando en la habitación
de Jonathan Swift.
Como la nave cansada que desciende al mar
o el animal escogido por el hambre.
Como el ebrio en las destilerías
cambiando palabras
con ese algo trágico e inmaterial
que hemos perdido en las ofensas del siglo.
IV
¿Cómo era entonces la muchacha de los otros
que perecía en amores reticentes?
¿Cómo era asesinos?
Sólo descenderá a la bahía
el hombre de la blancura.
Ultimo poema del libro Sustos de muchacha, Margarita García Alonso, ediciones Matanzas, 1988, prólogo de Carilda Olivier Labra, portada de Fayad Jamis, al cuidado de Luis Marimón., impreso en el Taller de Divulgación Provincial de Cultura, en septiembre de 1988 , según reza: « Año 30 de la Revolución ».
Commentaires
Maria Cristina Fernández
Sustos de muchacha de una mujer valiente: Margarita García Alonso.
Un poema de Margarita Garcìa Alonso...
"...Lo que muere crece se acostumbra
a los sitios vacíos
enrarece y fecunda..."
@Margarita García Alonso 1988
via Margó Reina de Groenlandia
Excelente texto Margamireina!
Espero que nos sigas deleitando con textos de esa época y el polvillo del baúl de los recuerdos.
Esos ojos tan grandes como el deseo. Los ojos q pintas porque sabes q ellos con susto de estar vivos, hablan solos, y lo dicen casi todo.
Todo el susto de la muchacha, reflejado en tus ojos.
Siempre con mucha personalidad y en tu mirada el arte y la creatividad latente ...
Une bonne photo! La joie est très loin, Magui! Gros bisou, Robert
¿ Sabéis , Vuestra Alteza ,
que esa muchacha me recuerda mucho de Freddy García [Lorca]
& también de Sylvia Plath , quien se fué a Londres … ?
gracias a todos, abrazos.