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Di Marga Code: Yo vine a Le Havre como si hubiese partido a Groenlandia, hastiada de lo conocido: Hombres, poetas, intelectuales, críticos... desesperada ante mis semejantes, extenuada del infierno en mi isla. Solo el frío me consuela en este exilio, pues quema y no apaga el fuego interior.
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Cuando tenía como techo un granero ocupado por palomas que se refugiaban del invierno, en una antigua y destartalada casa en el margen derecho de un riachuelo, en Harfleur, en el lejano 1992 que comenzó mi exilio, ahí donde « squatteba» junto a mi hija Laura, me gané la vida vendiendo sobres coloreados.
Pintores de la Normandía me habían regalado algunos tubos de óleo, otros de acrílico o acuarelas que pedían agua, y como lo único que tenía a mano era la correspondencia que llegaba de Cuba, las facturas y todo el papeleo en busca de identidad, en cada correspondencia puse lo que sentía al recibir la misiva. Con ellos pagué facturas, comida, abrigo y cambié contra deudas.
Estos que muestro quedaron entre cartones, fueron realizados en esa época oscura, entre 1992 y el 94, los he reunido y aprovecharé la expo en Les yeux d’ Elsa, que se extenderá todo el mes de marzo, para ponerlos a la venta. Un tiempo que se fue, del que conservaré algunas, como la carta de mi abuelita que murió sin que la pudiera ver. Ya saben los interesados, pueden contactarme, se venden al precio de cartas postales.
Hoy quiero dedicar estos sobres a las cubanas que han tenido que salir en exilio, muchas con hijos pequeños, comparto este 8 de marzo mi testimonio de vida, el hilo que nos une a los que quedaron en la isla, en una época que se extiende hasta hoy, donde estar « fuera » no ha sido motivo de ayuda por parte de ese exilio y sus organizaciones que pagan por lo pomposo o que hace bulla. Gracias.