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Di Marga Code: Yo vine a Le Havre como si hubiese partido a Groenlandia, hastiada de lo conocido: Hombres, poetas, intelectuales, críticos... desesperada ante mis semejantes, extenuada del infierno en mi isla. Solo el frío me consuela en este exilio, pues quema y no apaga el fuego interior.
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Commentaires
(Marguerite Yourcenar)
me roza, me besa, me hiere,
tu presencia está conmigo fuera y dentro,
es mi vida misma y no es mi vida,
así como una hoja y otra hoja
son la apariencia del viento que las lleva.
Luis Cernuda
y en un principio no era sino un poco de miedo
y una ternura que no quería nacer y hacerse fruto.
Un amor bien nacido de ese mar de sus ojos,
un amor que tiene a su voz como ángel y bandera,
un amor que huele a aire y a nardos y a cuerpo húmedo,
un amor que no tiene remedio, ni salvación,
ni vida, ni muerte, ni siquiera una pequeña agonía. (Efraín Huerta)
Admirar es el verbo
que dice en su doblez
lo que despierta en mí tu quieta pose.
Esa misma doblez está en tus pechos
porque elevas el libro y lo sostienes
juntando bien los brazos, plegando la atención.
Me tienta imaginar el personaje
al que estás abrazando, en qué adjetivos
prefieres detenerte. Me entretengo
calculando la pausa, la cadencia
con que pasas las páginas: sonrío
al comprobar que eres una lectora lenta,
con rodeos de asombro o de pregunta.
Quién pudiera de ti recibir esos ojos
con el mismo deseo, con idéntica hondura.
Eres lo que hace falta. Belleza meditando.
Carne con su temblor y su sintaxis.
Ese lugar en que la inteligencia
y la sensualidad se hacen un nudo. Andrés Neuman
Los amores cobardes no llegan a amores, ni a historias, se quedan allí.
''Y LIBRANOS DEL MAL ... Amén!''
La mujer que yo quiero es fruta jugosa, madurando en protesta, débil y vanidosa.
Pero ella es más verdad que el pan y la tierra.
La mujer que yo quiero, es fruta jugosa y está prendida en mi alma por nuestra historia.
Por ella protestan buenos amigos y se amargan la vida mis enemigos.
Sin querer , te envuelve en su raro estilo.
Con su calor, se pierde orgullo y prestigio.
La mujer que yo quiero, me ató a su vida para sembrar la tierra de punta a punta.
De un amor que me habla con voz de sabio y tiene de mujer la piel y los labios.
Se mueren de envidia compañeros de antes, hasta el perro y todas mis ex-amantes.
La mujer que yo quiero me ató a su vida, pero por favor no se lo digan nunca...
"Tiene muchos defectos", diría mi madre y "poca estatura", diría mi padre.
La mujer que yo quiero, no necesita, bañarse cada noche en agua bendita.
La mujer que yo quiero, no se imagina, que cada día me muero si no la veo.