Pongamos que la novela Amarar termina con una frase en catalá...encara t'amaguis, et trobaré
Pongamos que hablo de errancias. Pongamos que hablo de arrecifes. Pongamos que hablo de Madrid. Pongamos que hablo de Barcelona y que es en el idioma catalá que cierra Amarar...
Agradecida pues a los habitantes de Cataluña por enviarme tantas sugerencias, traducciones y traducciones para la frase final.
Puede ser: "Por mucho que te escondas te encontraré." Que sería algo así: "per molt que t'amaguis, et trobaré" o, "encara t'amaguis, et trobaré". O "por mucho que marches, te encontraré", en lugar "de por muchas vueltas que des te encontraré", "Per més voltes que dónis, et trobaré!"
Los catalanes tienen la palabra. Una de ellas pone el punto, porque el aparte está en la próxima novela que vengo de terminar: " La pasión de la Reina era más grande que el cuadro".
El libro está disponible en formatos electrónicos para PC, Tablets, Ipad, Kindle, Smartphones y resto de dispositivos desde la web DE LA EDITORA EL BARCO EBRIO
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El barco ebrio
[Poema: Texto completo]
Arthur Rimbaud
Según iba bajando por Ríos impasibles,
me sentí abandonado por los hombres que sirgan:
Pieles Rojas gritones les habían flechado,
tras clavarlos desnudos a postes de colores.
Iba, sin preocuparme de carga y de equipaje,
con mi trigo de Flandes y mi algodón inglés.
Cuando al morir mis guías, se acabó el alboroto:
los Ríos me han llevado, libre, adonde quería.
En el vaivén ruidoso de la marea airada,
el invierno pasado, sordo, como los niños,
corrí. Y las Penínsulas, al largar sus amarras,
no conocieron nunca zafarrancho mayor.
La galerna bendijo mi despertar marino,
más ligero que un corcho por las olas bailé
––olas que, eternas, rolan los cuerpos de sus víctimas––
¬diez noches, olvidando el faro y su ojo estúpido.
Agua verde más dulce que las manzanas ácidas
en la boca de un niño mi casco ha penetrado,
y rodales azules de vino y vomitonas
me lavó, trastocando el ancla y el timón.
Desde entonces me baño inmerso en el Poema
del Mar, infusión de astros y vía lactescente,
sorbiendo el cielo verde, por donde flota a veces,
pecio arrobado y pálido, un muerto pensativo.
ritmos, delirios lentos, bajo el fulgor del día,
más fuertes que el alcohol, más amplios que las liras,
fermentan los rubores amargos del amor.
Sé de cielos que estallan en rayos, sé de trombas,
resacas y corrientes; sé de noches... del Alba
exaltada como una bandada de palomas.
¡Y, a veces, yo sí he visto lo que alguien creyó ver!
He visto el sol poniente, tinto de horrores místicos,
alumbrando con lentos cuajarones violetas,
que recuerdan a actores de dramas muy antiguos,
las olas, que a lo lejos, despliegan sus latidos.
Soñé la noche verde de nieves deslumbradas,
beso que asciende, lento, a los ojos del mar,
el circular de savias inauditas, y azul
y glauco, el despertar de fósforos canoros.
histérico, la ola que asalta el farallón,
sin pensar que la luz del pie de las Marías
pueda embridar el morro de asmáticos Océanos.
¡He chocado, creedme, con Floridas de fábula,
donde ojos de pantera con piel de hombre desposan
las flores! ¡Y arcos iris, tendidos como riendas
para glaucos rebaños, bajo el confín marino!
¡He visto fermentar marjales imponentes,
nasas donde se pudre, en juncos, Leviatán!
¡Derrubios de las olas, en medio de bonanzas,
horizontes que se hunden, como las cataratas.
¡Hielos, soles de plata, aguas de nácar, cielos
de brasa! Hórridos pecios engolfados en simas,
donde enormes serpientes comidas por las chinches
caen, desde los árboles corvos de negro aroma!
de agua azul, esos peces de oro, peces que cantan.
––Espumas como flores mecieron mis derivas
y vientos inefables me alaron , al pasar.
A veces, mártir laso de polos y de zonas,
el mar, cuyo sollozo suavizaba el vaivén,
me ofrecía sus flores de umbría, gualdas bocas,
y yacía, de hinojos, igual que una mujer.
Isla que balancea en sus orillas gritos
y cagadas de pájaros chillones de ojos rubios
bogaba, mientras por mis frágiles amarras
bajaban, regolfando, ahogados a dormir.
Y yo, barco perdido bajo cabellos de abras,
lanzado por la tromba en el éter sin pájaros,
yo, a quien los guardacostas o las naves del Hansa
no le hubieran salvado el casco ebrio de agua,
yo, que horadaba el cielo rojizo, como un muro
del que brotan ––jalea exquisita que gusta
al gran poeta–– líquenes de sol, mocos de azur,
que corría estampado de lúnulas eléctricas,
tabla loca escoltada por hipocampos negros,
cuando julio derrumba en ardientes embudos,
a grandes latigazos, cielos ultramarinos,
que temblaba, al oír, gimiendo en lejanía,
bramar los Behemots y, los densos Malstrones,
eterno tejedor de quietudes azules,
yo, añoraba la Europa de las viejas murallas
¡He visto archipiélagos siderales, con islas
cuyo cielo en delirio se abre para el que boga:
––i.Son las noches sin fondo, donde exiliado duermes,
millón de aves de oro, ¡oh futuro Vigor!? .
¡En fin, mucho he llorado! El Alba es lastimosa.
Toda luna es atroz y todo sol amargo:
áspero, el amor me hinchó de calmas ebrias.
¡Que mi quilla reviente! ¡Que me pierda en el mar!
negra y fría, en la que en tardes perfumadas,
un niño, acurrucado en sus tristezas, suelta
un barco leve cual mariposa de mayo.
Ya no puedo, ¡oleada!, inmerso en tus molicies,
usurparle su estela al barco algodonero,
ni traspasar la gloria de banderas y flámulas
ni nadar, ante el ojo horrible del pontón.