Amarar en el Barco ebrio.
Érase una vez un tiempo sin esperanzas. Un lugar donde sólo la poesía abría caminos en el monte. Un territorio donde el futuro es el perpetuo instante de un presente que no termina.
Dos vidas, Maud y Tamiz, que se encuentran más allá del tiempo, más allá de la geografía, más allá de la realidad o la fantasía, para compartir algo que se vive sólo en las grandes historias. Como dos mundos que colapsan como una fatalidad y se mantienen unidos por lazos que van más allá del simple azar.
Todos tenemos, como Maud y Tamiz, nuestros fantasmas, nuestros eternos conflictos que nos impiden soltar las libertades que nos hacen más felices; pero a la vez esos mismos fantasmas, bien sometidos, nos ayudan a vivir.
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"Estoy insensible, vivo como una larva que se ha enredado en su propia tela. Regreso en las madrugadas con la piel erizada y oliente a callejuela de este pueblo que apesta la mediocridad. Vivo acumulando rasguños, como si fuesen historias que me niego a escribir, pues paso hambre, en estos momentos, solo hambre, preocupación por el pedazo de pan cotidiano. No sé escoger las palabras para ser reconocida del lado bueno, pues no soy del lado de nada, ni soy. Mi máquina no es un médico, ni una pastilla contra la fiebre; mi máquina y yo estamos enclaustradas en una isla donde nadie me ve, nadie me retiene, ahogada en el nerviosismo. Mi delito es pensar en tonterías y perderme en los libros." Margarita García Alonso
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