La uña de Albarrán: «¡Atrás, nada contra Cuba, nada contra los cubanos!».

Joaquín Albarrán

«Si los azares de la vida me han hecho adoptar por patria a la gran nación francesa, nunca olvido que soy cubano y siempre tenderán mis esfuerzos a hacerme digno de la patria en que nací».

Joaquín Albarrán nació en 1860 en  Sagua la Grande, en Las Villas, Cuba. Falleció con 51 años, víctima de la tuberculosis, el 17 de enero de 1912, en  Les Goelands, en el poblado marítimo de Arcachon, cerca de Burdeos, y fue enterrado en París.  En ese año era candidato al Nobel de Medicina.

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Albarrán dejó en Francia  cuatro hijos: Georgette (fallecida en Villefranche-sur-Mer) y Pierre, teórico  y campeón mundial de bridge,  y campeón de tennis en las Olimpiadas de 1920, ambos del matrimonio con Pauline Ferri; así como Raymond y Suzanne Albarrán Sanjurjo, de su  matrimonio con la cubana Carmen Sanjurjo Ramírez de Arellano.

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En 1872 , Albarrán,  con  nueve años de edad, quedó huérfano ( sus padre fue  el gaditano Pedro Albarrán de la Calle y  su madre la matancera Micaela Domínguez Lima),  y lo pusieron  al cuidado de su padrino, un cirujano español que lo inscribió en el colegio de los jesuitas de La Habana.
Joaquín Albarrán fue enviado a Barcelona, a los 12 años, donde se diplomó de  
bachiller, en 1877. En esa época recaudó fondos para la independencia de la isla, con la logia masónica a la que pertenecía. Con  17 años se doctoró en Madrid de Medicina, y luego se instaló  en París, ciudad en la que desarrolló  su profesión desde 1879 .
Se convirtió en histólogo . Tuvo como tutor al profesor Brissaud  y fue Louis Pasteur quien influyó en que se quedara en Francia, donde trabajó  interno como  ayudante de Jacques-Joseph Grancher, esposo de la  cubana Rosa Abreu, y del cirujano Ulysse Trélat;  y  aprendió con Félix Guyon, inventor del citoscopio, los secretos de la urología.
En 1892 le nombran profesor agregado del hospital Necker de París, donde Guyon era el director de la clínica de enfermedades de las vías urinarias hasta que en 1906, al retirarse, Albarrán le sucede convirtiéndose  en el profesor titular más joven de la Facultad de Medicina de la capital francesa.  Albarrán había escrito obras que son actualmente consideradas  como referencias:  El riñón de los urinarios ( tesis premiada de 1889), Los tumores de la vejiga (1892), Los tumores del riñón (1903) y Exploración de las funciones renales (1905), en la cual  expuso un  método innovador para el examen de las facultades renales . En total,  publicó unas 300 obras y artículos especializados en el tema mientras trabajaba  en importantes  hospitales parisinos:  el  Necker, el Cochin, La Salpetrière y el Hôtel Dieu. 
Entre sus invenciones se halla la  uña de Albarrán, complemento de los citoscopios que permitire el cateterismo individual de los uréteres mediante una sonda. También  diagnosticó  para  la litiasis renal las técnicas de la radiología,  introdujo la cirugía de la próstata en Francia y demostró la incidencia de la bacteria piógena -bacterium colli-en las infecciones urinarias.
 Le recompensaron varias veces con los premios Godard, Barbier y en tres ocasiones el Tremblay de la Academia de Medicina, y presidió el Congreso de Urología de 1912, en París. Algunas  pruebas relacionadas con los tratamientos preventivos de problemas renales llevan su nombre. La llamada ‘‘prueba o test de Albarrán’’ se utiliza desde entonces para detectar el nivel de pérdida de tejido renal mediante el volumen y la concentración de la orina evacuada. A la resección de la pelvis en dilatación se le conoce también como ‘‘operación de Albarrán’’, y a la presencia de hemorragia uretral como indicio de un cáncer pélvico renal “el signo de Albarrán”. El organismo humano adoptó también su ilustre apellido al bautizar con su nombre a las glándulas submucosas de la próstata.
En París, el pabellón de urología del hospital Cochin fue bautizado con su nombre y su busto precede la fachada. En  Perpiñán existe  la calle del Doctor Albarrán. En La Habana el hospital clínico quirúrgico de la avenida de Puentes Grandes y la calle 26, con vista a la Ciudad Deportiva,  lleva su nombre.



Joaquín Albarrán y Domínguez

otras fuentes

Visitó la Isla en dos ocasiones. Durante la primera, en 1885, cuando tenía 25 años de edad, recibió varios honores y discursos que personalidades de la época . En algún momento, sobrecogido por los elogios, expresó: «Las canas aplaudiendo a un imberbe son un bálsamo a mi corazón y un estímulo a mi inteligencia».

La segunda visita fue en 1890. Albarrán, a sus 30 años, volvió a disfrutar de un acogedor recibimiento. En Sagua la Grande, su ciudad natal, lo enaltecieron con la distinción de Hijo predilecto. En el banquete que sus colegas le ofrecieron levantó la copa para decir: «Brindo, señores, porque se le den a Cuba los elementos que le faltan para su completo desarrollo científico y por el porvenir de la ciencia, que tendrá consigo el porvenir moral y material de la tierra en que nacimos».

Albarrán era amante de su patria. Si alguien ofendía de palabra a Cuba, o menospreciaba a algún cubano valioso, estaba él presto para la defensa. Así ocurrió con cierto señor que pretendió mancillar la fama y gloria bien ganada del sabio cubano Carlos J. Finlay, a quien le querían arrebatar el mérito de haber descubierto el agente transmisor de la fiebre amarilla. Entonces salió en defensa de su compatriota y afrontó al señor con esta expresión: «¡Atrás, nada contra Cuba, nada contra los cubanos!».

Joaquín Albarrán, ícono de la Urología mundial



doctor Albarrán le sucedieron cuatro hijos: Georgette (fallecida en Villefranche-sur-Mer) y Pierre, famoso campeón mundial de bridge, teórico de este juego y campeón de tennis en las Olimpiadas de 1920, ambos fruto de su matrimonio con Pauline Ferri; así como Raymond y Suzanne Albarrán Sanjurjo, de un segundo matrimonio con la cubana Carmen Sanjurjo Ramírez de Arellano.



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Entre sus grandes invenciones se halla la famosa uña de Albarrán, complemento de los citoscopios que permitirá el cateterismo individual de los uréteres mediante una sonda de su invención para recoger la orina de ambos lados. Así mismo ofreció al diagnóstico de la litiasis renal las técnicas de la radiología e introdujo la cirugía de la próstata en Francia. Por otra parte, demostró la incidencia de la bacteria piógena, llamada luego bacterium colli, en las infecciones urinarias.
Por sus muchos aportes lo recompensaron varias veces con los premios Godard, Barbier y en tres ocasiones el Tremblay de la Academia de Medicina, a la vez que llegó a presidir el Congreso de Urología de 1912, en París.

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