El guajiro y su sombra, entre cafetales...Albis Torres





ALBERGUE DE LOS CAFETALES
Contra nosotras
conspiran las antiguas leyendas
de los cafetales.
En medio de la noche
suena el cencerro
de algún mulo perdido.
¿Quién sabe
dónde de detuvo
rendido y aterrado
ante el juyuyo
de macabras burlas?
Pero la risa puede más
que todas las leyendas.
Somos nosotras, compañeras
despabilando el día entre las hojas
y el grano de café,
goteando el último bostezo de la noche.
El frío, las fatigas,
el jarro de café de boca en boca
nos reconstruye en una sola pieza.
Albergue de los cafetales
cálido brazo de mujer
contra el que se desploma el silencio.

Albis Torres.



El guajiro y su sombra
Albis Torres
Existió hace mucho tiempo un guajiro enorme, con una sombra –aún más grande que él- que espantaba los caballos.
Solía la sombra a veces apurar a su dueño por el camino, o abreviar el paso, y esto lo hacía meneándose de tal manera que por mucho que el hombrón disimulara llegó el día en que nadie le hizo compañía en su caminata hasta las canteras, a donde cada madrugada se encaminaba la cuadrilla de labor.
El guajiro, torpe como era a causa del poco estudio y el mucho andar entre bestias y cristianos que no las aventajaban, sentía vergüenza y mucha soledad.
Un día, teniéndola a tiro con el rabillo del ojo, la vio rascarse detrás de una oreja, y le dio tanta rabia el verla tan fresca aliviándose la comezón mientras que él había perdido todo contacto humano por su culpa que, alzando la voz se puso a cantar:
Tantas cosas hembras veo
que ha creado la natura
todas buenas, menos una,
la única que yo poseo
La sombra quedó inmóvil a pesar de que su dueño ya andaba echándose al hombro los bártulos.
Lo que se siente al ver un hombre trajinando mientras su sombra lo observa, lo saben bien las dos ancianas que se esfumaron por el mismo recodo que venían, clamando misericordia.
Luego echó a andar la sombra tras el guajiro, por el camino bordeado de cujes que no tenía más animación que el desgarramiento de un sinsonte.
De momento dejó de correr el aire, el sinsonte paró en seco su letanía y ni el polvo del camino se alzaba. Era como si algo se hubiese detenido. Los cujes se vieron secos y desamparados como nunca, y jamás hubo camino más a la intemperie.
El guajiro no era capaz de entender lo que sucedía, y mientras se aprestaba a medir la dirección del viento desde su pulgar, brincó la sombra y se perdió, no sabe el desdichado si a su diestra o a su siniestra.
Fue entonces que el sinsonte retomó su canto y el bosque de cujes siguió siendo el mismo empolvado y anónimo de todos los días.
Si un guajiro acompañado por una sombra con criterio propio se queda sin amigos ¿qué le pasa a un guajiro que no tiene ninguna? Se sabía de él por la dirección desde la cual huían los pájaros.
A la condena de la soledad se unía la de un estado de vaguedad en el que nada presidía o seguía a sus gestos. Nada se plantaba bajo sus pies. Lo que anda con todo el mundo y se repite aún a sí misma le faltaba, y era como si nada de lo que hiciera, oyera, dijera o tocara tuviese consistencia.
Entonces decidió morirse y hubo velorio en su casa. Asistieron los agradecidos vecinos, mientras él se acomodaba endomingado en la caja entre rezos, flores y velas.
La gente hablaba de cosas de velorio y el hombre sin sombra esperaba, nervioso como un recién casado, a que le llegara el sueño y con el sueño una muerte clara, sin la compañía inquietante de las sombras.
Entonces ella entró. Arrimó un taburete a la caja donde el guajiro, más que verla, la sintió en el silencio parejo de los reunidos.
Inmóvil en el taburete, daba más lástima que miedo.
El guajiro esperó conteniendo el resuello.
Entonces ella se asomó, y el hombrón, de un brinco, la tuvo con una mano por la cintura, mientras que con la otra se hacía del arreo con el que le propinó una paliza a la rebelde, la que, aunque podía esperarse, no dijo ni pío.
Ahora va la sombra sin criterios detrás del guajiro, y cuando se desgarra un sinsonte a las doce del día, mientras camina junto a la cuadrilla de sombras tras la cuadrilla de jornaleros, tiende a girar en busca del pájaro, y el hombrón se para en seco y la mira. La mira de lado y la sombra vuelve a su gesto y anda, anda como se debe andar.


Homenaje a Albis Torres en la semana de su muerte, y de su nacimiento.
15 de marzo del 2004 ----20 de marzo de 1947.
Para que sea menos la poetisa de la que no se conocen sus versos.

Commentaires

Arelys a dit…
Estamos facinadas con las cosas De Albis Torres.....gracias Marga

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