habitación propia
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Llegué a Saint-Nazaire una noche de noviembre. Abrí la puerta de la terraza del departamento y me deslumbraron los resplandores de las luces del puerto : fulgores de grúas, destellos de barcos imperceptibles deslizándose en el mar, pulsaciones fosforescentes del faro de enfrente. El viento me despeinaba y dejó en mis labios un beso de sal...
Pensé en mi familia, allá, muy lejos. No quise ceder a la tentación de la nostalgia. Además no pude dormir porque la sensación de libertad, la excitación y euforia que me embargaban, eran más fuertes que el cansancio por el largo y azaroso viaje. Sin contar el dolor de la herida…
Recorro todos los cuartos y me lleno de felicidad. « La habitación propia » que reclamaba Virginia Woolf para las escritoras, es todo un apartamento. Será mi morada durante un mes. La Maison tiempo, espacio, intimidad y libertad para escribir, soledad elegida. ¿No estaré soñando ? Salgo a la terraza las luces continúan allí.
Fragmento Giancarla DE QUIROGA
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