las muchachas que se van...
LAS MUCHACHAS QUE SE VAN. POEMA INÉDITO DE JULIO SAN FRANCISCO*
Julio San Francisco, Poeta Desterrado
Las muchachas que se van
“Una muchacha está muriéndose en mis brazos
Tiernamente
Como se mueren las muchachas. Heberto Padilla”
Cuando yo tenía 7 años vi a una muchacha pasar
Y supe que no podría ser mía porque ella tenía 17, seguramente.
¡Sentí por primera vez el dolor que producen las muchachas que se van!
Desde entonces estoy viendo muchachas pasar todos los días,
Sólo que siempre tenía la esperanza de que pudieran regresar
Y algunas regresaron.
Están todas las que me dijeron "Sí"
Y también están todas las que me dijeron "No"
Pero eso nunca ha sido grave,
-Además, de muchas ni sus nombres recuerdo-
Porque lo que sí resulta grave
Es tener la certeza de que siempre será "No"
A partir de un día, de ese día
En que ya eres otro para siempre
Ante cualquier muchacha del Universo.
Ambas son parte de mi vida,
Algunas también de mis buenos y malos recuerdos,
Algunas de mis olvidos.
De poco me sirven hoy sus cuerpos tensos,
Su piel tersa,
Sus caricias sudorosas y pasadas,
Sus ayes y sus eyes.
Yo no nací para vivir de los recuerdos
Que sólo me sirven eficazmente para escribir poemas
Y muchas veces ni para eso.
Cuando yo tenía 17 años vi a otra muchacha pasar
Y supe que podría ser mía, digo absolutamente mía,
Aunque dependería de ella y de mí
Y, de hecho, algunas fueron mías y yo de ellas,
Algunas fueron mías y yo de nadie.
De algunas fui
Y lamentablemente nunca pudieron lograr
Que yo fuera suyo.
Cuando yo tenía 27 años vi a una muchacha pasar
-moría de no recuerdo qué enfermedad vulgar y su diagnóstico excelente-
Y sentí dolor –un dolor que desde entonces reedito de cuando en cuando-
Por quién nunca conocería un orgasmo perfecto,
Ni un orgasmo normal y común
Que es el único dado a algunos seres,
Que se iría para siempre de esta vida
Sin conocer ese verdadero paraíso.
Antes las veía pasar en Corralillo**, donde pasé mi infancia,
En Sagua La Grande, donde pasé mi juventud,
En Bacuranao, donde ya era un hombrecito,
Y en Yaguaramas, donde pasé parte del Servicio Militar Obligatorio,
Había una sola calle y una sola muchacha
Cuyo nombre no recuerdo, y que pasaba.
Por toda calle pasa una muchacha.
Hoy en Madrid, donde soy un viejo poeta desterrado.
Todos estos sitios son distintos
Y todas las muchachas son iguales al menos en metáfora.
Y yo el mismo de siempre, -aquí si no hay metáfora que valga-
Con la misma fecha de nacimiento,
Y un número cubano que no servía para nada
O un número español que sólo me garantiza libertad,
Y distintos años, muchos años, infinitos años,
Y los mismos instintos, ternuras, satisfacciones, frustraciones,
rabias y carajos.
Y mi casa, siempre diferente,
Que siempre ha tenido calle
Por donde pasan las muchachas día a día
Y por donde una vez también vi pasar
El entierro de mi madre
Y después otra muchacha
Y por donde una vez también vi pasar
El entierro de mi padre
Y después otra muchacha
Y por donde finalmente vi pasar mi propio entierro
Y después otra muchacha.
Ahora que tengo 57 años sigo viendo muchachas pasar,
Con rostros llenos de vida y precipicios,
Con pezones aterciopelados y adivinables bajo blusa
Como siempre ocurre con muchachas,
Con magníficas nalgas
Sueltas
Revoloteando
Como mariposas fieras y retadoras
(Perdonen la facilísima metáfora
Pues una metáfora siempre debe ser difícil)
Bajo falda,
Con sexos húmedos, perfumados, ambiciosos
Siempre sedientos y humeantes,
-Obras Maestras-
Sin rasurar o rasurados
Con diseños que por muy malos que sean
Siempre son muy buenos.
Y que ni Miguel Ángel pudo reproducir con su pincel de Dios.
Siempre sé en qué caso lo lleva cada una. En este diagnóstico nunca
Me equivoco. Es el único diagnóstico de la vida
Donde nunca me equivoco,
Donde un poeta no puede darse el lujo de errar idiotamente.
Algunas serán o habrán sido hasta inteligentes y sensibles
Y hasta les gusta o les habrá gustado la poesía,
Incluso hasta un libro, un poema o un verso raro
De Julio San Francisco
(El único poeta al que más que los versos –incluso que sus versos-
Le gustan las muchachas),
Verso que tal vez alguna de ellas tenga debajo del cristal
De su cómoda, en su cuarto. (Se ha dado el caso
Y sé que es un milagro
Pero a la poesía y a las muchachas les encanta hacer milagros).
Cuyo autor no han conocido ni conocerán jamás.
Esas muchachas, de esos pechos y esas nalgas,
Sensibles, inteligentes, informadas
Y que leen poemas en la oscuridad del día o en la luz de la noche
Son el colmo para un hombre como yo
Que ha perdido o ganado en esta vida
Unas cuantas muchachas singulares, irrepetibles
Divinas o malvadas.
Hoy esas muchachas, tal vez imperfectas, con sus perfecciones
Y sus paraísos potenciales son mis infiernos cotidianos.
Hoy, que tengo ya 57 años, sé que esas muchachas que pasan
Nunca regresarán
Y si no regresan para mí
Es que se han ido para siempre. Ya no existen
Aunque sigan pasando por mi calle
Y yo las vea y las desee como siempre, o más, si esto sí fuera posible.
Tal vez en una lectura, en una taberna, al final
Se me acerque una muchacha de estas
-la preciosa de la noche o la feíta fantástica-
Y me pida con una pregunta y el tratamiento que merezco
“¿Me firma este libro?”
Y yo la mire o no la mire y se lo firme
Muy elegantemente
mientras pienso “Al diablo la poesía”.
Acaba de mirar al joven de la izquierda
Al que también acabo de firmarle un ejemplar
O se va muy contenta con su novio.
Esto es lo mejor y lo peor –sí, así, a la vez- que puede ocurrirle
A un poeta con una muchacha.
De modo que sólo puedo existir para ellas en ficción,
De modo que yo tampoco ya existo para ellas.
La única inmortalidad en la que creo
Es el beso -que ya no tendré-
De una muchacha enamorada, locamente enamorada.
No existir para una muchacha es peor, mucho peor
Que la terrible muerte. De esto ya se sabe el lugar, el día, la hora,
La circunstancia exacta, el rostro y el dolor, la tapia
Y el epitafio
Que pone con sus ojos en tus ojos esa muchacha,
Epitafio que va directamente al corazón sin que la muchacha de marras
Se entere
Ni cuando, ni a quién lo escribió,
Ni lo que dice.
Y, como si fuera poca la susodicha pérdida,
Llevan ilusiones y sonrisas,
Los pechos de siempre,
Con pezones erectos como fusiles de ceremonia,
Las nalgas de siempre,
A la bandolera,
El espacio púbico y privado de siempre,
Y a veces hasta miran mis útiles deseos,
Se compadecerán de ellos
O les resultará divertido,
Mientras dejan detrás al hombre que acaban de matar.
Lo de la otra muerte está por ver.
Post Scriptum:
No vayáis a preguntar ahora
Muchachas que me podáis leer,
no vayáis a preguntarme ahora
si tenéis o no tenéis afeitado el sexo
y mucho menos la figura –el diseño- que habéis logrado
con los vellos
o si los tenéis muy negros y abundantes, alambrados
o rubios o rojos
suaves, microscópicos.
No quiero saber nada de ustedes.
Tengo mucho que hacer.
Y si estuvierais tan interesadas
en saber cómo lo tenéis
y llamarais a mi teléfono,
os saldrá el buzón de voz
y este aviso:
“Hombre, trabajando”
Del libro inédito El desterrado, Madrid, 1997-2007, al que da título su poema El desterrado y que contiene toda su poesía del destierro.
** Corralillo, pueblo de la provincia cubana Las Villas, en el centro de Cuba; Sagua La Grande, ciudad, también de Las Villas; Bacuranao, barrio de las afueras de La Habana;
Yaguaramas, batey de Cuba, de cuya ubicación no quiero acordarme; Madrid, capital de España y mi destierro.
SU BLOG EL CLUB DE LOS AMIGOS MALOS:
SU PÁGINA WEB LITERARIA:
SU CORREO ELECTRÓNICO
juliosanfco@yahoo.es
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