busco ya otro puerto.
En Polonia hay tres ciudades envueltas por los aires marinos del Báltico: Sopot , Gdynia y Gdansk, antaño ciudad libre de Danzig.
Confieso que siempre quise haber escrito “El tambor de hojalata”, de Günter Grass , porque el redoble de Oscar Matzerath y su obstinación por no crecer, esa contrariedad de mi generación , y de tantos cubanos respecto a lo que nos ha tocado vivir, aun resuena y me estremece.
Fue la exposición Déja vu, de mi hija Laura Pérez y La colonie du sextant , la que me llevó a Gdansk, y me permitió pasearme por el escenario donde fue escrita. Llevé meses en releer a Copérnico, Shopenhauer, escuchar sonatas de Chopin, y tratar de saber sobre esa región bien al norte de casa. En los tiempos modernos para viajar se necesita cierta preparación, todo va rápido por las autorrutas sembradas de barreras que impiden ver los territorios, o de fronteras de abedules o pinos que esconden a las poblaciones del ruido y de los gases de los autos.
Los hoteles son de poca ayuda, caída la noche solo sirven para darle al cuerpo un desahogo de cafés tomados en estaciones idénticas, formalizadas por una Europa que quiere uniformar la vista. Quitar Francia es dejar atrás campos bien trabajados, con paisajes estructurados por una cultura donde la tierra tiene el sentido del color y va del malva a los verdes insospechados y de ahí a la belleza del ocre.
Bélgica es un cuento con menos matices, Holanda una visión de molinos y casas de solitarios rodeadas por vacas contentas de serlo. El orgullo de las vacas holandeses merece un poema. Alemania me aterra, ahí las barreras son bien altas,- color verde militar de guardia-, e impiden escuchar a los músicos de Bremen, ver la catedral y sus ratones. Además es un país donde se debe pagar cada vez que haces pipi a unas maquinas contadoras de orines, frías y esterilizadas. No hay señales en la avenida de entrada y salida a Berlín que te conduzcan a lugar seguro y una especie de pena o misterio te impide encontrar los hoteles, casi perdidos en puebluchos donde giras y giras sin hallar nada. Especialmente el espectáculo de una pareja comiéndose un enorme salchichón germánico no me es erótico y hasta me revuelvo de pensar. Eso sí, es el país de las eolianas, con sus finas piernas de deportistas acompasando las brisas.
Polonia es un cuento de cigüeñas y viejitas y niños y adolescentes en la bordura del camino, ofreciendo potes de miel, frutas y santos envueltos en cintas, quizás flores y demasiado kitsch dirán algunos, pero suavidad después de pasar esa Alemania.
Llegar a Gdansk es fácil, sigues la ruta, siete horas pasada una frontera simbólica que se extiende durante una cuadra y donde solo los fantasmas recuerdan a los sin papeles. -O quizás es solo la chapa del auto, la cual me hace ciudadana libre-. He visto de todo en esas chapas, en mayoría con la letra del país, en el centro de un circulo azul rodeado de estrellitas- versión del este de la bandera americana- británicos, irlandeses, checos, libaneses, suizos, noruegos, todos rodando, rodando la Europa como si fuera la callejuela en busca de un sol que se hace escaso, y malhumorado tras la lluvia del verano.
La ciudad libre de Danzig y su niño que tocaba El tambor de hojalata, comienza en el casco viejo más grande de Polonia. Yo que siempre ando trastornada con la libertad de Cuba entré por el puerto donde nació SOLIDARIDAD . En 1970 el gobierno comunista anuncio una subida de precios que acabo con la muerte de varios obreros durante las protestas surgidas en los astilleros. Diez años más tarde y, bajo el liderazgo de un joven electricista llamado Lech Walesa, los llamados Héroes de Agosto consiguen firmar acuerdos históricos con el gobierno.
Solidaridad fue mucho más que una protesta de obreros, el movimiento social que luchó por las libertades y contra el comunismo sirvió para plantar la simiente que derrocaría al comunismo en Europa. Aquello acaecido en 1980 se recuerda en la Iglesia de Santa Brígida, donde hallamos una capilla con cruces de madera procedentes de diversos lugares de los astilleros y en la Plaza Solidaridad, el lugar de reuniones y manifestaciones, se alza un espectacular monumento, demasiado concreto ruso para mi gusto. Tres grandes cruces con otras tantas anclas y cadenas recuerdan a los caídos durante aquellos históricos días.
Luego los habitantes me contarían que aquella democracia tan buscada, esta empañada por oportunistas de toda suerte y pisto; pero para nada les contaré ese susto que me dio saberlo, y menos, me dejaré tentar a pasarles la angustia.
Pero volvamos a los tambores y sus toques de finales de agosto de 1939. El buque alemán Schlezwig Holstein hace una incursión pacífica en el Vístula. Unos días después, el 1 de septiembre, abre fuego contra la pequeña dotación de soldados que defendían el lugar y que tenían orden de rendirse. El monumento erigido en Westerplatte recuerda que se defendieron durante casi siete días. Fue el inicio de la Segunda Guerra Mundial, que tras la toma por las tropas soviéticas, en 1945, redujo a escombros el 90 por ciento de la ciudad. Gdansk fue reconstruida ladrillo a ladrillo y es portadora de un gótico medieval de enorme impacto sobre mi profunda condición de asombro como guajira.
Se tienen referencias de Gyddanyzc en el año 997. Por la Puerta Alta (Brama Wyzynna), construida en el siglo XVI, entraban los reyes cuando visitaban la ciudad. Todavía conserva las poleas que un día accionaron el puente levadizo sobre el foso. Sobre los frisos de algunas puertas y en algunos edificios importantes de Gdansk las inscripciones están en latín.
En la Puerta Alta , hacen referencia a las virtudes de la República, del reino y de los Estados. Tras la puerta, la antepuerta. Los dos edificios están unidos por un muro: la Torre de Torturas y la Torre de la Prisión… dicen que fue utilizada como campo de concentración para mujeres polacas.
“La concordia hace prosperar a los pequeños estados, la discordia los arruina” Así reza la inscripción en la Puerta Dorada (Zlota Brama) donde ocho estatuas se reposan aburridas: la Paz, la Libertad, la Riqueza, la Gloria, la Prudencia, la Piedad, la Justicia y la Concordia, yo nunca supe bien quien era quien, para decirles la verdad.
Pero es que es la ciudad de las alegorías de las Ciencias, Cronos, Apolo y Atenea; de los enanos en escultura; de los caracteres, del ámbar, de Copérnico, de Schopenhauer, de tantos esto y lo otro que solo viviendo seis meses afilados podría desentrañarlos a todos.
Muy cerca de allí se encuentra el edificio renacentista de La Gran Armería, atravesado hoy en día por un pasaje comercial y, justo al lado, la antigua farmacia donde se fabricaba la pólvora y demás municiones. Todo ello presidido por la estatua de Palas Atenea.
De la Puerta Dorada parte la calle Dugla , y aquí hay regalos escultóricos, rococó de Dom Uphagena para albergar el Museo del interior burgués. Renacentismo de Ferber, con blasones y esculturas griegas y hasta la inscripción “A la envidia”, sobre la que te detienes un rato.
Vi de todo: el Castillo del León (Zamek Lwa) con la estatua de Ceres. La residencia de los Reyes Polacos, en realidad Kornet o Schumann considerada la más bella de la ciudad, y en la Calle Dugla, dando paso a la del Mercado Largo (Dugli Targ), el Ayuntamiento, las torres de las esquinas reconstruidas tras el incendio de 1556. En una de las torres, la Campana de los pobres pecadores, y en el reloj solar del edificio la inscripción “los días son nuestra sombra”.
En la avenida Dugli Targ, vi casas bellísimas, consideradas reales, pues dieron cobijo a numerosos reyes, como Alejandro Sobieski, que despacharon tras sus muros ejecuciones, ordenaron caballeros, prepararon homenajes, teniendo como testigo excepcional la fuente de Neptuno.
La estatua del dios del mar es bellísima, y se sitúa frente a la casa de Artus (Dwór Artusa). en sus inicios fue un lugar de encuentro de cofradías, como la de los Reyes Magos, para pasar a albergar la bolsa y más tarde un museo. La puerta está guardada por las esculturas de Escipión el Africano, Camillus, Termístocles y Judas Macabeo .
Personalmente me intereso la Puerta Verde (Zielona Brama), donde el manierismo holandés y el renacimiento italiano se complementan. De Gdansk tendré siempre en la memoria el viejo puerto y la Zuraw, la vieja grúa convertida en el icono más reconocible de la ciudad báltica. Reconstruida tras haber sido incendiada en la segunda guerra mundial, la antaño edificación gótica alberga hoy parte del Museo Central Marítimo.
A orillas del Motlawa, brazo del Vístula, existen diversas puertas; la de Chlebnicka conserva el escudo de armas de Gdansk en tiempos de los Caballeros Teutónicos, con dos cruces sin corona, la Puerta del Espíritu Santo sirve de referente para ubicar la casa donde nació el filósofo Schopenhauer y la Puerta de la Virgen María.
En las terrazas gárgolas, en las adoquinadas calles, talleres de artesanos, galerías, cafeterías y tiendas de ámbar en los bajos de edificios de los siglos XV y XVII,por doquiera el ambar y sus misterios de piedra , símbolos judíos y de comerciantes.
La calle está dominada por la Iglesia de la Virgen María, la más grande del mundo construida en ladrillo. Demasiado grande para mí gusto, demasiada mole y con el reloj más fuera de conjunto que jamás he visto.
Solo les invito a visitar ese lugar, antes y siempre tamborileado y no crecer demasiado, para que se sorprendan.
Commentaires
Fernan,nos leemos
Willi mio, que hermosa foto, tendre que subirla y hablar de todas las miradas que nos unen.
abrazos