Sacame de tu vida



El cerebro como“papier mâché”, papel estrujado, con rabia arrinconado entre los dedos y la palma de la mano, destruyendo tinta, fibra, hilo, estructura apéndice, apenas sostenido en virutas como conos de nieve por el pedido “sácame de tu geografía”, “sácame de tus días”

El papel silente que escucha a los humanos, su golpe de mala suerte, su escasez de “tantra, mandra, mantra, manta”, teta y ombligo. Dientes picados para sostener mortalmente una sonrisa enigmática, Mona Lisa rasgada , fisurada en la espalda por sostener todas las miradas del planeta, una fisura que sale del silencioso Louvre y penetra hasta los pies de cualquier mujer en circunstancia de olvido, que tararea “ohmm ahmmm amor, dede”…figurillas de acertijos: “bebe, nene, chuchi”, inerte violencia del traspiés.

Una maleta de utensilios, de ropas limpias en los bajos de una escalera, quien baja y sube desconoce al dueño, si hay dueño y le interesa ver la tendedera donde se agoto el sol, y las presillas plásticas saltaron alegres al vacio.
El metro cerca, dos seres distintos, tres, escuchan a Vever, beber, beber en fortaleza.

Uno pide Chernóbil sobre la cima de la nube; otro recuerda “que le prometieron romperse”, y ella detrás de un paraban de seda “me hace falta una ternura que nadie quiera, hasta si la boto alguien, envíamela, estaré muy agradecida”.
La espada presta, corta, trance, samurái sin honor con las tripas afuera. Y llueve, sobre la ciudad. No sobre la tuya, sobre la almohada de ambos, y quieras que la guerra termine, y te pueda proteger en mis brazos.

Quiera que el humano desafíe a los dioses, la pantorrilla y su andamio y acepte dejarse querer.





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