Irreverencia
El padre se desabrocha el cinto. Caerá cuero, habrá verdugones y malvas en la espalda, las costillas, las nalgas en la casa de los cristales rotos a puño abierto.
El muro, no aguanta un puñetazo más. Ha tirado el desespero, el alimento y el castigo sobre la niña que se siente cal, lechada blanca, pared azul clara y ladrillo.
“Toma la cuerda, ahórcate papa, pero terminemos, me espera otro destino, andaré curando al que escupe a mi paso, y me incita a acostarme con el primer venido, veré como rompen puertas, veré como se hunde el hombre que he amado, de pie, como una grande y pondré otra vez la mano que se quema, sobre tu, su cabeza”.
A la salida del metro el aire calienta mi redecilla y floto, otra vez. Dicen que tomo barbitúricos para despertar.
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