Madrid me está matando
pues en breve debo abandonarla y ella y yo sabemos que esto es un pacto de amor y desespero, y aunque sea sin canastillas, aunque sea en cesta de caña brava, aquí renací y, como David Lago,aquí quisiera morir.
mi escalera al infinito...
mi puerta Nº.10, 2B, calle Velarde...
me voy a retratar el aire, cada espacio donde supe que Madrid me
dolería.
Calles nubladas de noviembre, es Madrid.
En la esquina creo:
el caballo romperá los platos
pero no tocará la porcelana.
En el río subterráneo del Metro
corren las lágrimas
de las mujeres de la esquina.
Se escucha el bramido de sus pechos
y yo hinco el diente al miedo.
Debo regresar a casa -pan con pan,
aunque él piensa diferente de mí
que conmigo-.
Explico: he colocado la lamparilla
del cuarto en la ventana
frente a otra ventana idéntica
en medio de la puerta que da a la puerta y miro
si se han ido las piernas larguísimas,
si ha cerrado.
La luz pestañea y salto.
Si me cuelgan en un perchero
pedirán mucho más en la rifa.
La mano rutina en el pasante
que se adentra en el subsuelo,
tras ahogarse en mi destiladora.
Y yo sin maleta
bajo el cielo nublado,
en una esquina de Madrid.
Commentaires
Ya casi no vengo a leer y menos cabeza tengo para escribir, de por si no se me da facil. El delfin esta hermoso y jodedor, y yo muerta, ser mama es muy cansado, pero se compensa con tremenda alegria y felicidad que llevo por dentro.
Saludos
Un abrazo,
Carlos
Aquí te espero!!!!!!!!!!!
Es una deuda pendiente.
saludos, tony.
LITERATURA EN OBRAS - CUARTA PARTE
ELIGE TU PROPIO PAÍS
04-08-2008 - Por Daniel Jiménez Palencia La España que quiere poder y no puede poder.
Entramos en agosto por carreteras atestadas de coches cada vez más bonitos y más grandes y con más comodidades tecnológicas y mucho más caros, pero también más cómodos de pagar, y no nos preocupamos por esa estupidez del cambio climático porque Repsol dice que sus carburantes aman a la tierra y al ser humano. Entramos en agosto siendo campeones de Europa, siendo ganadores del Tour, siendo vencedores de dos Grand Slam, pero con un índice de fracaso escolar, que roza el analfabetismo mental, de los más altos de la civilizada Europa. Entramos en agosto y nos vamos de vacaciones a Australia, Vietnam, Turquía y demás países de moda porque en las costas de nuestro país no hay sitio para nuestra sombrilla con los colores del Orgullo.
Spain is different, nos han dicho tantas veces los alemanes y los ingleses, que han conquistado vastas zonas costeras de nuestro país, que nos lo hemos creído. Y era y es diferente, porque antes era un país retrasado y ahora es un país retardado. Sólo que de un tiempo a esta parte nos hemos aprovechado de la coyuntura para hacer dinero y comprar casas y coches y ya hay muchos españoles que están apoderándose de vastas zonas costeras de Túnez y de Marruecos para refundar colonias extintas. Como siempre, llegamos tarde; y como siempre, lo hacemos peor. Porque ahora hay CRISIS, y no podemos hacer frente a tantos gastos para mantener nuestro estatus de país rico, mientras desde Bruselas se insufla dinero a las empresas y a los bancos y a las inmobiliarias que han provocado esta crisis porque los eurodiputados, los Presidentes de tantos gobiernos, los alcaldes y los concejales han metido todos sus ahorros en las boyantes empresas de sus conocidos y familiares.
Por suerte para unos, y por desgracia para otros, todavía queda gente que se ha dado cuenta. Javier Marías escribía hace un par de semanas en El País un artículo demoledor y vergonzante en el que no dejaba títere con cabeza. Hablaba de esta Europa sin fronteras que quiere retener a los inmigrantes ilegales durante un año y medio. Hablaba de este Gobierno que defiende las reivindicaciones sociales en sus medios afines (y lo hacía, como hemos dicho, en El País, lo que da al periódico un resquicio de ética periodística dentro del domesticado grupo Prisa), y luego respalda las decisiones del Partido Popular Europeo y sus secuaces como Sarkozy y Berlusconi. Hablaba del señoritismo europeo, de cómo ha contagiado a los nuevos ricos españoles que ya no queremos recoger nuestra mierda pero tampoco queremos que vengan los negros y los sudacas a hacerlo. Porque ellos NO son europeos. Decía que nos vayamos preparando porque gracias a directivas comunitarias como la famosa de las 65 horas semanales nos va a tocar a nosotros limpiar las calles con la escobilla del váter. Y concluía: “Esta es la repugnante Europa que construimos, con nuestros votos imbéciles”.
España, hace muchos siglos, fue un Imperio glorioso, inmenso, magnánimo, donde no se ponía el sol. Mucho tiempo después, hace sólo 5 años, España era un país olvidado que quiso recuperar esa Gloria entrando en una guerra ridícula e infame. El 1 de agosto del año 2008 España es un país competitivo, un país abierto a la conciliación, un país que cuenta con varias de las empresas más prósperas del mundo. ¿Por qué? ¿Porque nos dopamos más y mejor que los otros, aunque nos sigan cazando de vez en cuando? ¿Porque tenemos una ideología de progresistas trasnochados que roza la ingenuidad de un border line? ¿Porque tipejos como Emilio Botín y Amancio Ortega han hecho fortunas desmesuradas con nuestros ahorros y nuestro aspecto? España es un país mediocre, un gigante con los pies de barro enfangado en fatuidades multitudinarias deportivas, porque a los niños les cuesta una barbaridad aprender a dividir pero se mueven como peces en el agua en la World Wide Web, a los jóvenes les vuelven locos las motos y los festivales, o mejor dicho el alcohol y la cocaína, y los cuarentones de clase media están endeudados hasta las cejas y a lo mejor este agosto no pueden irse a un hotel con la pulserita del todo incluido y tienen que pelearse con la tercera edad por un grano de arena en las playas de Benidorm.
Un buen tipo me contó el otro día la historia de un conocido suyo que refleja bastante bien la manera de ser del español medio. Se trata de un profesor universitario que dejó la universidad para montar una academia de clases particulares para universitarios. A sus hijos les ha prohibido tajantemente matricularse en la universidad y, desde pequeños, les ofreció una vida alternativa y costosa, que sin embargo podía permitirse gracias a las deficiencias del sistema universitario español y a los universitarios deficientes que pagaban por recibir clases en su academia. Hoy uno de sus hijos es tenista, el otro violinista y el otro es director de una empresa sin haber estudiado ni una sola asignatura de la carrera de Empresariales. Para qué. Y todos ellos, el tenista, el violinista y el empresario, están forrados y ninguno ha notado la crisis, precisamente porque están forrados. Y quién sabe, a lo mejor su chaval es el próximo Rafa Nadal y todos le adoramos por el esfuerzo que ha hecho a lo largo de su vida, una vida llena de sacrificios que le ha llevado a ser el Número Uno, el único, como el amor verdadero. Hasta que deje de serlo y venga otro, y venga otra, y cambiemos los ahorros de lugar, como si no hubiera pasado nada, bien por mérito propio o por demérito ajeno.
¿Qué es España, entonces? Somos la Ñ, somos una gran nación de naciones y una única patria, somos gente muy natural y muy salaos, y olé. Pero si las castañuelas las inventaron hace tres milenios los fenicios; la guitarra española es una derivación de diferentes instrumentos árabes; y el toreo ¡ay! lo introdujeron en España los Reyes franceses que empezaron a gobernar nuestro territorio a principios del siglo XVIII, los Borbones, esos que aún hoy viven a cuerpo de rey sin venir a cuento de nada. Eso sí, a todo ello le hemos dado el toque español, gitano, flamenco, cabrío, porque antes se toreaba desde el caballo y fuimos nosotros los que decidimos salir al ruedo sobre nuestras dos patas, con los cojones por delante. ¿Y eso qué importa ahora? Somos el país que porcentualmente consume más cocaína del mundo. Somos el primer país de Europa en operaciones de cirugía estética. Somos de los países desarrollados que menos dinero invierten en ayudas a los jóvenes, en investigación científica y en facilitar el trabajo a sus artistas, a los verdaderos, hasta que se mueren y entonces todos los ayuntamientos se lanzan a inaugurar museos y estatuas y calles en su nombre para llenar el saco. Somos una panda de parias drogadictos que pasan las resacas viendo la Eurocopa o el Tour o Roland Garros aferrados a la bandera de España como si eso fuera a salvar nuestra eterna condición de país atrasado, retardado e ignorante. En ningún otro país te encuentras a tantos licenciados en paro y sin licencia alguna, o trabajando en bares. Y ni eso, porque esos negros y sudacas que desde Bruselas quieren deportar, o simplemente detener, han venido con fuerza, porque ellos llevan muchos años, siglos ya, bebiendo en los arrabales o en las reservas porque no les dejamos otra oportunidad. La oportunidad que ayer sí les brindamos porque queríamos comprarnos un barco y que hoy les negamos porque no hay dinero y tenemos que hacer horas extras y no nos quedan días libres para salir a navegar. Eso sí, bien orgullosos estamos de ser españoles, qué divertido que es, vivan las palmas, el cassondeo, el pescaíto frito, y luego todos de fiesta a intentar ligar con una sueca. Normal que Pajares cogiera su fusil.
En fin, vayamos a la playa, que hoy hace un día estupendo, plantemos la sombrilla, abramos una cerveza y contemplemos los hermosos pechos redondos y perfectos que nos rodean gracias al dinero que hace dos décadas empezó a llegar desde Bruselas. Que a lo mejor hasta la silicona sube por la crisis, y la cocaína, y la cerveza, y el jamón guijuelo, y ya no podemos ser únicos en el mundo por mucho que queramos, y no nos quede otro remedio que ser personas normales y corrientes, más sinvergüenzas que pícaros, más mestizos que pura cepa, más papistas que el Papa. Como antes. Como siempre.
IV. Querer y Poder
Álex mira por uno de los ventanales del aeropuerto y observa el aterrizaje de un avión y piensa en Marga y en su trabajo y en el nombre de su antigua novia, tan parecido y tan diferente al de ella. Mira la hora. Vuelve al baño, recoge la libreta y se sienta en un banco enfrente de la puerta.
Álex decide que esperará a Marga una hora, ni un segundo más ni un segundo menos. Vuelve a mira el reloj y se promete a sí mismo no quedarse allí más de 60 minutos exactos. Si ella vuelve, aún no sabe qué piensa decirle ni cómo va a reaccionar. No sabe muy bien qué significa todo esto, todo lo que está pasando en una mañana que parece una historia interminable. La libreta está en blanco, sólo una página está escrita, y ya sabemos lo que pone en ella. Marga. Marga. Marga… No va a regresar, se convence Álex. Y piensa: ¿Quiero que lo haga?
Marga camina despacio hacia la puerta de embarque. No ha tenido tiempo de pensar en lo que ha pasado en los baños, en el taxi, en el andén. No quiere pensar en ello. Tiene un vuelo a un lugar determinado que le llevará a un futuro incierto, pero es cierto que no es un viaje predeterminado con mucha antelación. Hace apenas dos semanas que compró el billete, pero quiere marcharse de aquí. Sí es cierto que le hubiera gustado al menos despedirse de él.
En un periodo ínfimo de tiempo Álex ha repasado mentalmente su vida amorosa, las diferentes mujeres que han entrado y salido de ella, y los diferentes hombres en los que se ha convertido para adaptarlas a su vida cotidiana, para adaptarse a sus vidas amorosas y cotidianas, y ha llegado a la conclusión de que Marga no es un hecho casual en su existencia. Es una mujer excepcional, sí, pero no es una oportunidad única e irremplazable. Es una más. Y es más, la mayoría de las mujeres que han vivido y malvivido con Álex son mujeres como Marga, con caracteres semejantes, idéntica vitalidad, un orgullo casi masculino y una M mayúscula en el origen de su identidad. Después de todo, ya hace varias horas que Álex tenía que estar trabajando. No quería ir a trabajar, es cierto, pero tampoco quería perder la cabeza por otra Mujer. En media hora me marcho de aquí, concluye Álex. No puedo hacer otra cosa. No quiero.
Marga tiene poco tiempo para facturar la maleta, pero al menos no hay mucha gente haciendo cola. En ese momento anuncian por la megafonía del aeropuerto que su vuelo se retrasa por causas ajenas a la compañía. Por un tiempo indeterminado. Puede que por varias horas. Pero lamentan las molestias ocasionadas, eso por supuesto. Cuánto tiempo más tendré que esperar. Y se convence a sí misma: a lo mejor todo esto es obra del fabuloso azar, piensa Marga como si fuera un vulgar personaje de una vulgar novela por entregas. Esperaré. No quiero hacer otra cosa. No puedo.
Álex ha decidido quedarse con la libreta y escribir en ella una historia de amor. O bien tirarla en la primera papelera que encuentre, según le dé. A su alrededor hay cientos de personas que van y vienen y cientos de parejas, familias y amigos que se reencuentran y se abrazan. ¿Por qué habrán vuelto? Una pareja de jóvenes llevan besándose en el banco de al lado mucho tiempo, casi sin respirar, sin apenas sexualidad, como en un anuncio de los de antes. ¿Quién ha regresado? ¿Quién se va? ¿Por qué siempre alguien viene y alguien se va? Un hombre mayor y su esposa van al encuentro de un hombre mayor y su esposa. ¿Son familiares? El hermano de él o la hermana de ella, y sus cónyuges. Álex recuerda que alguien le explicó alguna vez de dónde venía esa palabra. Cónyuge: Con yugo. No quiero ser un buey. ¿Lo soy?
Marga empieza a tomárselo todo a broma. En el fondo le divierten estas cosas. Un día te encuentras a un amigo en una calle ignota de Madrid y te vas a tomar una cerveza y él te habla de una página web donde ofrecen becas y te escribe la dirección en una servilleta de un bar cualquiera. Dos días más tarde entras en internet y escribes esa dirección y a la mañana siguiente tienes en tus manos un billete de ida, una plaza vacante, una servilleta arrugada y una salida de emergencia. La mañana en cuestión se dilata en el tiempo y un desconocido te acompaña en el primer y efímero tramo de tu peregrinaje. ¿Dónde estará él, ahora? Casi le da vergüenza reconocerlo pero no recuerda su nombre. Recuerda su mirada y sus manos en sus pechos. Desanda el camino. Busca entre los miles de desconocidos el rostro de su extraño conocido.
Una hora exacta. Ni un segundo más. Álex se levanta del banco y después de mirar en derredor se dirige a una papelera y tira la libreta sin ningún remordimiento, quizá con malicioso placer. Se quiere marchar de allí, huir de sí mismo, de su ridículo empleo y de su infecta ciudad. Quiere huir de Ella, de todas ellas. Se acerca a un puesto de una compañía de bajo coste y compra un billete a no sé qué ciudad. Sin vuelta, recalca como si fuera el personaje de una película de amores imposibles o estafadores de poca monta. Cuando está caminando hacia la zona de embarque se topa de frente con Marga, con su mochila y con su maleta. Se quedan quietos. Sonríen, ambos, por enésima vez. Ninguno sabe qué decir, o no pueden o no quieren hacerlo. Qué tenemos que decirnos, piensan ambos. Álex se acerca a Marga y coge la maleta. Vámonos de aquí dice Álex mientras Marga dice vámonos de aquí.
Cuando salen del aeropuerto, ese (no) lugar que promete y deshace futuros en cuestión de segundos, se paran en una esquina y Álex enciende un cigarrillo. No sabía que fumaras, observa Marga. No sabía que tú no lo hicieras, observa Álex. No me conoces, responde Marga. Ni tú a mí, responde Álex. Cuando el cigarrillo está a punto de consumir la paciencia de Álex, Marga pregunta sonriente: ¿Por qué no te has ido? Y Álex, emulando su sonrisa sin querer sonreír, responde: ¿Por qué no te has ido tú? Marga duda, podría mentirle. Quería irme, pero no he podido. Mi vuelo se ha retrasado. Alex sonríe, intuye que toda esta mañana forma parte de una broma, pero todavía no sabe dónde está la gracia. Yo quería quedarme, pero no podía esperar ni un segundo más. Un incómodo silencio roto por el ruido de varios aviones. Dos o tres miradas profundas e intensas y comprensivas, y luego una mirada lejana como el horizonte que no llega. Creo que he perdido mi libreta, susurra Marga sin molestarse en buscarla. Creo que he perdido mi trabajo, musita Álex sin molestarse en que le escuchen.
El vuelo de Álex sale en menos de una hora. Tampoco tiene vuelta, tampoco maleta ni mochila. Lleva dinero suficiente en la cartera, y bastante más en las tarjetas, porque el trabajo que ha olvidado en la mesa consigue que el dinero crezca y se reproduzca. Todo el esfuerzo que le ha costado llegar hasta esa mesa lo va a sacrificar por amor, o por desamor, pero lo quiere sacrificar para dejar de ser quien es. Como si fuera un niño, o un borracho atrevido. En una hora sale mi vuelo, le comenta Álex a Marga. Y Marga sonríe. Otra broma, piensa ella. Oye, no te enfades, pero no me acuerdo de tu nombre, le dice ella sonriendo. ¿Otra broma?, piensa él. Oye, no te enfades, pero he tirado el tuyo a la basura, le dice él sonriendo.
Álex se levanta, probablemente enfadado, le dice a Marga que ahora vuelve y busca y compra una libreta, una nueva. Escribe algo en la última hoja, le entrega a ella la libreta y él se adentra de nuevo en el inabarcable laberinto de vuelos y quereres.
Marga se levanta, probablemente entusiasmada, le dice a Álex que ahora vuelve y busca y compra una libreta, una nueva. Escribe algo en la primera hoja, le entrega a él la libreta y ella se adentra de nuevo en el pisoteado laberinto de vuelos y poderes.
que historia?
http://www.diariocritico.com/ocio/2008/Agosto/literatura/literatura_en_obras/90513/literatura-en-obras-4.html
3000 noches con Marga
Pop-Rock - Cantautor
28/03/2005
1.Pasa El Otoño - 5:00
2.Pueblos Blancos - 4:30
3.Angel De Orion - 3:18
4.Caminos Infinitos - 7:46
5.Cada Sombra En Lña Pared - 4:40
6.Un Dia Y Otro - 3:47
7.Valle Misterio - 4:35
8.Te Espero - 5:00
9.3.000 Noches Con Marga - 4:30
Boda de Alex y Marga,
te vas a caer para atras....jajajjajaja
I. Entrar y salir
Son las 9 de la mañana. Estación de Atocha. Madrid. El próximo tren por vía 2 no efectuará parada. Las 87 personas que esperan en el anden de la vía 2 suspiran, se lamentan, miran sus relojes y sus móviles y los relojes de sus móviles. Alguno se acuerda en voz alta de los familiares de los trabajadores de RENFE y después menciona a Zapatero, que si los precios, que si el AVE, y entonces alguien menta a Rajoy, a Aznar, y la espera se tiñe de sangre y de recuerdos y de incomprensión y de miedo. Un señor demasiado mayor para tener prisa lleva varios minutos farfullando. Álex le observa sorprendido, reconfortado por la insensatez inofensiva de la vejez. Álex llega tarde al trabajo, pero tampoco le preocupa demasiado. Una señora demasiado mayor para tener prisa lleva varios minutos sonriendo. Marga la observa sorprendida, reconfortada por la insensatez inofensiva de la vejez. Marga espera sentada en los bancos de metal con un macuto repleto de pasado y una mochila vacía para dejar hueco al futuro. En algún momento, en medio del aséptico e indiscriminado cruce de miradas que tiene lugar en cualquier aglomeración de personas, las miradas de Álex y de Marga y del viejo y de la vieja se cruzan, pero ellos aún no se conocen.
El tiempo pasa, el sol trepa por el cielo. Otro tren se acerca, reduce la velocidad, y sigue el destino que le marcan las vías. Al menos 34 personas se han ido ya al metro. Todavía no se oye ninguna explicación por la megafonía. Varios viajeros se han dirigido a los puestos de atención al cliente y a los revisores y trabajadores de cercanías que van de un lado a otro de la estación. Otro tren. Otro adiós. Sólo quedan 13 personas en el andén, esperando. Álex y Marga y el viejo y la vieja están sentados en el mismo banco de metal. Álex ha sacado un libro; Marga se ha puesto los cascos; el viejo refunfuña ojeando un periódico gratuito; la vieja sonríe ojeando un periódico gratuito. Otro tren. Otro viaje perdido. El andén está casi vacío. Nadie ha dicho nada y nadie sabe nada. Álex y Marga y el viejo y la vieja son los únicos que esperan el tren de la vía 2. Hay más trenes y más vías y más tiempo y más transportes. Pero ellos esperan. Un minuto, tres minutos, 20 minutos, una hora. ¿Y tú a quién vas a votar, chavalote? Álex no contesta. Esperan.
El tiempo pasa, qué importa ya cuánto. En algún momento del futuro, o del presente, un tren se para delante suyo. Abre sus puertas.
A. Álex y Marga y el viejo y la vieja se miran, se levantan y entran en el tren, todos en el mismo vagón. El tren cierra sus puertas e inicia la marcha.
B. Álex y Marga y el viejo y la vieja apenas se inmutan, ninguno se levanta y el tiempo enmudece y vigila. El tren cierra sus puertas e inicia la marcha.
(Álex y Marga entran y el viejo y la vieja no. Entra Álex pero no Marga y sí la vieja pero no el viejo. Etcétera. Para hacer este laberinto más transitable, hemos reducido las múltiples posibilidades a solo un par de elecciones, como ocurre casi siempre en política, en el juego, en el amor.)
http://www.diariocritico.com/ocio/2008/Febrero/literatura/literatura_en_obras/62457/literatura-en-obras-parte-uno.html