Diario del Templo, del cuaderno ZUPIA, poema de Margarita García Alonso


Aujourd'hui 5ième dimanche de Pâques, Sainte Catherine de Sienne, dominicaine, Docteur de l'Eglise (✝ 1380). Catherine, benjamine d'une famille très nombreuse entend très jeune l'appel à se consacrer à Dieu.


Diario del Templo

Recintos pequeños,
microscópicos respiraderos
a la sombra del Templo.

Dioses y Hombres rezan
a un olor purísimo,
tan puro que florece el altar
en las noches de calma

afuera la masacre,
donde quiera matan
matan al que permanece en jaula,
matan igual al ave.

Ahora mismo,
en las aguas fangosas de Luanda,
comienzan guerra
hipopótamos y cocodrilos

el río es grande,
el hambre inmensa
afila diente, perfora,
salta del ojo a la masa inerte
de bestia apegada al espesor
de la materia grasa

planta estacada en el cuerpo
del ambicioso que brama,
su hocico sobrevolado por insectos
semejantes a luciérnagas.

Mirad, el verdadero templo
en los ojos de mi madre
cuando pone en mi boca
la saliva sagrada de
Santa Catalina de Génova:

“si una gota  de lo que yo siento
cayera en el Infierno,
lo transformaría en Paraíso”

soy el Paraíso y el Infierno, mamá
soy Catalina de pecados,
mirad la luz del vitral

en todas partes empalan pájaros,
sobre brazas, dondequiera,

en la casa del vecino,
    son siete pájaros,
    como semanas,
        como lunas,
pelados de fantasía,
    cadáveres secos
sobre plantas que ahuyentan
    el olor irracional
           a muerto.

Los devoran, destruyen
el templo sagrado de las alas.

Madre, es entonces que
el  ácido letal de la poesía
deteriora mi vena de infanta,
viaja de tus ojos, madre
a los de Santa Catalina,

cuando algo sale mal
la noche se llena de esquizofrénicos
que contemplamos estrellas
de las que brotan palabras,
contra esta guerra que existe
nadie ve pero existe
en un papiro anciano
suspendido en la rutina.

Poso la frente en un palo,
me defenestro
a falta de semejante.

Mira qué bonito el arándano,
         mira madre
       es mucha flor
para cuatro primaveras,
 y  dentro, escucha, madre,
      meo sobre carbón
         y no lo apago.

Va y celebra esto que nombro,
celebra lo que queda tras batalla
es poco,
                      pero  ha salvado.

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