bajo la mirada atenta de Huitzilopochtl.

La mitología más barroca de América del Norte es la azteca, dada la detallada descripción de los grandes dioses de su panteón o la gran variedad de divinidades menores, incluídas las importadas de otras culturas. 

Según el mito general de Mesoamérica, y en particular el azteca, la creación del Universo se debe al sacrificio de un dios,  Ometeotl, “dios doble”, o Nanahuatzin, quien se arroja al fuego para dar el mundo a los mortales. 

Por voluntad de Ometeotl, a partir de su sacrificio,  se engendran los cuatro Tezcatlipocas o edades En la primera, Tezcatlipoca se convierte en el Sol y hace nacer a la humanidad;  ese mundo termina por el enfrentamiento entre los cuatro Tezcatlipoca y la destrucción del Universo por Quetzalcóatl, a través del diluvio. La humanidad se transforma en peces que habitan las aguas venidas del cielo. 

Luego se establece la edad de los gigantes, pero esta termina con la caída del cielo. 

En la tercera edad, el fuego celeste arrasa la superficie del mundo; en la cuarta y última edad, el viento asola la superficie terrestre de nuevo y los humanos se transforman en simios

Tras esa cuarta edad, nacen de nuevo los hombres en una tierra renovada, los dioses salen de nuestro mundo para irse al de los muertos y dejarnos que vivamos sin el peligro de sus rivalidades.

Existen  diversas versiones del mito de la creación, alguna de ellas con tres edades, en las que los hombres son de arcilla, de madera y de maíz y otra con cinco edades. Pero todas  coinciden en señalar que nuestro mundo ha conocido mutaciones y que otras nos esperan en cada final del tiempo, bajo la mirada atenta del dios principal, Huitzilopochtl.

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