The Temptation of Saint Anthony

Cornelis Massijs (1510 - 1556) - The Temptation of Saint Anthony. Detail



Cornelis Massijs (1510 - 1556) - The Temptation of Saint Anthony. Detail



La tentación

Jorge Luis Borges
El general Quiroga va a su entierro; 
Lo invita el mercenario Santos Pérez 
Y sobre Santos Pérez está Rosas, 
la recóndita araña de Palermo. 
Rosas, a fuer de buen cobarde, sabe 
que no hay entre los hombres uno solo 
más vulnerable y frágil que el valiente. 
Juan Facundo Quiroga es temerario 
hasta la insensatez. El hecho puede 
merecer el examen de su odio. 
Ha resuelto matarlo. Piensa y duda. 
Al fin da con el arma que buscaba. 
Será la sed y el hambre del peligro. 
Quiroga parte al Norte. El mismo Rosas 
le advierte, casi al pie de la galera, 
que circula rumores de que López 
premedita su muerte. Le aconseja 
no acometer la osada travesía 
sin una escolta. Él mismo se la ofrece. 
Facundo ha sonreído. No precisa 
laderos. Él se basta. La crujiente 
galera deja atrás las poblaciones. 
Leguas de larga lluvia la entorpecen. 
Neblina y lodo y las crecidas aguas. 
Al fin avistan Córdoba. Los miran 
como si fueran sus fantasmas. Todos 
los daban ya por muertos. Antenoche 
Córdoba entera ha visto a Santos Pérez 
distribuir las espadas. La partida 
es de treinta jinetes de la sierra. 
Nunca se ha urdido un crimen de manera 
más descarada, escribirá Sarmiento. 
Juan Facundo Quiroga no se inmuta. 
Sigue al Norte. En Santiago del Estero 
se da a los naipes y a su hermoso riesgo. 
Entre el ocaso y la alborada pierde 
o gana centenares de onzas de oro. 
Arrecian las alarmas. Bruscamente 
resuelven regresar y da la orden. 
Por esos descampados y esos montes 
retoman los caminos del peligro. 
En un sitio llamado el Ojo de Agua 
El maestro de posta le revela 
que por ahí ha pasado la partida 
que tiene por misión asesinarlo 
y que lo espera en un lugar que nombra. 
Nadie debe escapar. Tal es la orden. 
Así lo ha declarado Santos Pérez, 
el capitán. Facundo no se arredra. 
No ha nacido aún el hombre que se atreva 
a matar a Quiroga, le responde. 
Los otros palidecen y se callan. 
Sobreviene la noche, en la que sólo 
duerme el fatal, el fuerte, que confía 
en sus oscuros dioses. Amanece. 
No volverán a ver otra mañana. 
¿A qué concluir la historia que ya ha sido 
contada para siempre? La galera 
toma el camino de Barranca Yaco.

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