loup-cervier

“Détail de la page de présentation de la ‘Chronique sur l'origine des rois de France’. Ce loup-cervier, symbole de ruse et de rapacité, personnifie un ennemi de la France, l'archiduc d'Austriche et futur roi d'Espagne, Philippe le Beau, ou l'empereur Maximilien.”
Chronique sur l'origine des rois de France.


No había modo que yo perdiera. Podía beber durante días.
por Charles Bukowski

Esperé hasta que mis padres se hubieron dormido. Mi padre siempre roncaba fuertemente. Cuando le oí, abrí la ventana del dormitorio y me deslicé fuera cayendo sobre los arbustos de bayas. Al lado tenía el sendero y anduve lentamente en la oscuridad. Luego subí por la calle Longwood hasta la 21.a, torcí a la derecha y subí la colina por Westview hasta donde finalizaba la línea del «W». Pagué mi billete y anduve hasta la trasera del tranvía, me senté y encendí un cigarrillo. Si los amigos de Becker eran tan buenos como la narración que me había dado a leer, entonces iba a ser una noche de órdago.
Becker estaba ya en la dirección de la calle Beacon. Sus amigos estaban desayunando. Fui presentado. Estaba Harry, estaba Lana, estaba Tragón, Apestoso, estaba Pájaro de las Ciénagas, Ellis, Cara de Perro y, finalmente, estaba el Destripador. Todos sentados en torno a una gran mesa de desayuno. Harry tenía un trabajo legítimo en algún lugar, él y Becker eran los únicos que estaban empleados. Lana era la mujer de Harry, Tragón —su hijo— estaba sentado en una alta banqueta. Lana era la única mujer de la reunión. Cuando me la presentaron, miró directamente a mis ojos y sonrió.
Todos eran jóvenes, delgados, y fumaban cigarrillos.
—Becker nos habló de ti —dijo Harry. —Dice que eres un escritor.
—Tengo una máquina de escribir.
—¿Vas a escribir sobre nosotros? —preguntó Apestoso.
—Prefiero beber.
—Perfecto. Vamos a hacer un concurso de bebida. ¿Tienes algún dinero?
—preguntó Apestoso.
—Dos dólares...
—Vale, la apuesta entonces es de dos dólares. ¡Qué cotice todo el
mundo! —dijo Harry.
Eso hacía dieciocho dólares. El dinero tenía buen aspecto tirado sobre la
mesa. Apareció una botella junto con unos pequeños vasos.
—Becker nos dijo que tú crees que eres un tipo duro. ¿Eres un tipo duro?
—Claro.
—Bien, vamos a verlo...
La luz de la cocina era muy brillante. El whisky era puro, un whisky amarillo oscuro. Harry llenó los vasos. Semejante delicia. Mi boca, mi garganta, no podían esperar. La radio estaba encendida. «¡Oh, Johnny, oh,
Johnny, cómo sabes amar!» cantaba alguien.
—¡Hasta el hígado! —dijo Harry.
No había modo que yo perdiera. Podía beber durante días. Nunca había
tenido demasiado de beber.
Tragón tenía un diminuto vaso frente a él. Al alzar nosotros los nuestros y beberlos, él alzó el suyo y bebió. Todo el mundo pensó que era divertido, yo no creí que fuera muy divertido el que un enano así bebiera, pero no dije nada.
Harry sirvió otra ronda.
—¿Has leído mi narración corta, Hank? —preguntó Becker.
—Sí.
—¿Qué te pareció?
—Es buena. Estás preparado. Todo lo que necesitas ahora es un poco de
suerte.
—¡Hasta el hígado! —dijo Harry.
La segunda ronda no fue ningún problema, todos la ingerimos, incluso
Lana.
Harry me miró.
—¿Te gustaría vomitar la bebida, Hank?
—No.
—Bien. En caso que lo hicieras, tenemos a Cara de Perro para evitarlo.
Cara de Perro era dos veces más grande que yo. Era tan hastiante estar en el mundo. Cada vez que mirabas a tu alrededor, siempre había algún tipo listo para destrozarte sin darte tiempo a respirar. Miré a Cara de Perro.
—¡Hola, compañero!
—Compañero tu padre —contestó—. Limítate a beberte la copa.
Harry rellenó los vasos saltándose el de Tragón, lo que sin embargo,
aprecié. Muy bien, los alzamos y bebimos. Entonces Lana pasó de la
competición.
—Mañana alguien tendrá que limpiar todo esto y despertar a Harry para
que trabaje —dijo.
Se sirvió la siguiente ronda. Justo en ese momento se abrió la puerta de sopetón y un chico bien parecido de unos 22 años entró corriendo en la habitación.
—Mierda, Harry —dijo—, ¡escóndeme! ¡Acabo de atracar una maldita
gasolinera!
—Mi coche está en el garage —replicó Harry—. ¡Túmbate en el suelo del
asiento trasero y quédate ahí!
Bebimos. Se sirvió otra ronda. Apareció una nueva botella. Los dieciocho dólares aún estaban en el centro de la mesa. Todos seguíamos en el asunto excepto Lana. Iba a hacer falta mucho whisky para derrotarnos.
—Oye —pregunté a Harry—, ¿no nos vamos a quedar sin bebida?
—Muéstrale, Lana...
Lana abrió las puertas superiores de un armario. Pude ver hileras e hileras de botellas de whisky, todas de la misma marca. Parecía ser el botín producto del asalto a un camión, y probablemente lo era. Y esos eran los miembros de la banda: Harry, Lana, Apestoso, Pájaro de las Ciénagas, Ellis, Cara de Perro y el Destripador, tal vez Becker y, seguramente, el joven que se escondía ahora en el asiento trasero del coche de Harry. Me sentí honrado por beber con una parte tan activa de la población de Los Ángeles. Dedicaría mi primera novela a Robert Becker. Y sería una novela mejor que la de «El Tiempo y el Río».
Harry siguió sirviendo rondas y seguimos trasegándolas. La cocina estaba azulada por el humo de los cigarrillos.
Pájaro de las Ciénagas se retiró primero. Tenía una larguísima nariz y sólo sacudió la cabeza, no más, no más, y todo lo que podías ver era su narizota oscilando entre la humareda azul.
Ellis fue el siguiente en caer derrotado. Tenía mucho pelo en el pecho
pero, evidentemente, no en sus pelotas.
Cara de Perro se retiró a continuación. Pegó un salto hasta el fregadero y vomitó. Al escucharle, Harry tuvo la misma idea y saltó hasta el cubo de basura, donde vomitó.
Con eso quedábamos Becker, Apestoso, Destripador y yo.
Becker fue el siguiente. Tan sólo cruzó los brazos sobre la mesa, apoyó la
cabeza, y se quedó frito.
—La noche es aún joven —dije—. Normalmente bebo hasta que sale el
sol.—¡Claro —dijo Destripador—, y también cagas en un cesto!
—Por supuesto, y tiene la forma de tu cabezota.
Destripador se levantó.
—¡Tú, hijo de perra! ¡Te voy a partir el culo!
Me lanzó un golpe a través de la mesa, falló y tiró la botella. Lana cogió
un trapo y limpió el suelo de líquido. Harry abrió otra botella.
—Siéntate, Destripador, o perderás la apuesta —dijo Harry.
Harry sirvió otra nueva ronda. La hicimos desaparecer.
Destripador se puso en pie, anduvo hasta la puerta trasera, la abrió y se
quedó mirando al cielo.
—Oye, Des, ¿qué demonios estás haciendo? —preguntó Apestoso.
—Estoy comprobando si tenemos luna llena.
—Bueno, ¿la hay?
No hubo respuesta. Oímos cómo caía por los escalones y aterrizaba sobre
el seto. Le dejamos allí.
Con eso quedábamos Apestoso y yo.
—Todavía no he visto a nadie derrotar a Apestoso —dijo Harry.
Lana acababa de acostar a Tragón. Volvió a la cocina.
—¡Jesús, hay cuerpos caídos por todos lados!
—Sirve más, Harry —dije yo.
Harry llenó el vaso de Apestoso y luego el mío. Sabía que no era capaz de bebérmelo, así que hice lo único que podía hacer. Pretendí que era algo fácil tomar el vaso y beberlo de un trago. Apestoso se quedó mirándome.
—Vuelvo en seguida. Tengo que ir al cagadero.
Nos quedamos sentados esperando.
—Apestoso es un buen tipo —dije—. No deberías llamarle así. ¿Cómo se
ganó el apodo?
—No sé —contestó Harry—, alguien se lo puso.
—Ese chico escondido en tu coche. ¿Va a salir alguna vez?
—Hasta mañana.
Seguimos sentados esperando.
—Creo —dijo Harry— que es mejor que echemos un vistazo.
Abrimos la puerta del baño. Daba la impresión de que Apestoso no estaba en él. Entonces le vimos. Se había caído en la bañera. Sus pies sobresalían en un extremo. Sus ojos estaban cerrados y estaba completamente ido. Volvimos a la mesa.
—El dinero es tuyo —dijo Harry.
—¿Qué tal si me dejan contribuir algo por las botellas de whisky?
—Olvídalo.
—¿Lo dices en serio?
—Sí, por supuesto.
Recogí el dinero y lo guardé en mi bolsillo delantero. Luego miré el vaso
de Apestoso.
—Es una pena desperdiciar este trago, —dije.
—¿Quieres decir que vas a bebértelo? —preguntó Lana.
—¿Por qué no? Un trago para el camino...
Lo hice desaparecer.
—Muy bien, muchachos, ¡ha sido fantástico!
—Buenas noches, Hank.
Salí por la puerta trasera pasando por encima del cuerpo de Destripador. Encontré un callejón trasero y torcí a la izquierda. Anduve por él y vi un sedán Chevrolet de color verde. Me tambaleaba un poco a medida que me acercaba a él. Aferré la manija de la puerta trasera para afirmarme. La maldita puerta no estaba cerrada y se abrió de golpe haciéndome caer sobre la acera. Había luna llena y yo me di un fuerte golpe en el codo. El whisky me había subido de golpe. Me parecía imposible levantarme, pero tenía que hacerlo. Se suponía que yo era un chico duro. Me levanté y me caí contra la puerta medio abierta, afeitándome a ella, apoyándome en la manija. Permanecí un rato afirmándome y luego me senté en el asiento trasero del coche. Permanecí otro rato dentro. Luego comencé a vomitar. Me salió todo, vomité y vomité, cubriendo toda la trasera del Chevrolet. Luego volví a sentarme otro rato. Después me las arreglé para salir del coche. No me sentía tan mareado. Saqué mi pañuelo y limpié el vómito de mis pantalones y zapatos lo mejor que pude. Cerré la puerta del coche y seguí andando por el callejón. Tenía que encontrar el tranvía de la línea «W». Lo encontraría.

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