La
gente se vuelve autista e insolidaria, cada día más. Se van disolviendo
en la virtualidad de sus emociones, de sus delirios de grandeza o sus
fanatismos ideo
lógicos. Y,
paradójicamente, muchos son los mismos que dicen luchar por un mundo más
justo y solidario. Postean mensajes, poemas colectivistas y utópicos en
el mundo virtual, pero habitan en una burbuja de solipcismo y ataraxia
en la vida real. Quieren salvar al mundo de convertirse en un vasto
desierto de seres sin alma, y al mismo tiempo venden su alma
privadamente al mejor postor, al que pague más por sus rosas o palabras
artificiales. Siempre quieren salvar al mundo los que en realidad están
perdidos en su propio mundo, y a veces la salida de ese mundo no da más
que a las cloacas.
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