Sonidista del alba.El centeno que corta el aire.Margarita García Alonso, 2013 Editorial Betania

David Claerbout (Belgian, born 1969)
The Communist Girl, 2002
paper, watercolour,  46 x 61 cm



Sonidista del alba.


Como si fuese un aguacero,
la primera nevada anuncia
la temporada de silencios.

Cada despertar la misma monosílaba
cierra la entrada donde he permanecido
extendida bajo mantas de cebollas.
Predispuestas al corte exudan aguas
en el ojo que lagrimea
la imposibilidad de recordar
lo que acaba de ver.

Cacofonía de bosques talados,
lamentos superpuestos
cuando araño los cristales.
Pasos en los corredores del edificio,
pasos graves de cuerpos
que tienen el ala descarnada,
como si permaneciesen inmóviles
en la antesala de un puerto.

La muerte pesa sobre libros
donde poso ojo y lamento.
El señuelo del iris irradia
el muro de ladrillos
donde habita  la respiración
al alarido,  la mala palabra en su  caja.

Quiero oír  el corazón de mi madre,
el latido que fustigaba aguas rojizas,
la palpitación que me  irrigaba.
Me seducía su bronquio,
a punto de estallar en el clítoris
lanzaba latigazos a un falo
con un hueco en la cabeza
como si fuese el Cíclope.

Y luego la visión de  un río de lava,
el ruido perforador.

Ante mi rostro de cincuentenaria,
más perdida que Colón sin su amante la reina,
cuento monedas  en un bolsillo roto
calderillas que resuenan en la saliva.

Amargo  picotear entre los dientes
cuando escojo el pan negro,
el vestido gris, el lente de la nueva cámara
que solo ve un millón de pixeles
atorados de secretos

-y todo bajo el más absoluto silencio-

Heme pues al alba
recapitulando  estribillos,
-un nombre, siempre el mismo-
me despierta del letargo,
de la bruma en que me ha sumido
la proliferación de banalidades,
los títulos dichos sobre una
mesa de colirios.

Bajo la música tecno tamborileo,
los pies, las manos despejan
el humillo de un cigarro
que se niega a ser consumido
antes de que entre en la tripa
la ración grasosa del día.

Nadie a mi alrededor canta
palabras de mi lengua natal,
nadie sacude toallas desde el balcón
solo veo una alfombra que se deshace
en el hilillo de nieve,
la traza de un pie que  hunde el blanco.

El cerebro en el esfuerzo,
me da miedo no oír a nadie,
-seis, son seis meses de invierno -
y recuerdo la voz de mi madre
el regaño de mi padre
el consejo de abuela
a mi  abuelo que silba
mi hija grita
 reclama  leche
mis hermanos en el eco
de  la casita
la voz del amante me escalofría,
la voz del poeta que muere
agotado de  infames

sin orden,

una y otra vez arriban
se plantan en bacanal
en esta música que eriza las luces
gira en los espejos
y me deja  escuchar
lo que ha partido,
lo que queda
lo que soy al infinito:

el ruido inútil,

la pluma negra que vomita tinta,
el temblor sudoroso,
la exaltación sexual
sin repercusión en el registro
cabalístico de la oreja
y su pendiente marchito.

Oíd, por favor, mi cabellera
barre la sonería de portables,
el timbre de la escuela,
el despertador y su alerta,
la última vez que me dijeron amor
y se abrieron todas las puertas
al airecillo de verano en la callejuela.



Marianne Werefkin (Russian-German, 1860 - 1938)
Trapeze artist (Trapezkünstlerin), 1909

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