Las flores de Natalia

Natalia Grigoreva

Mutaciones de un silogismo
LUIS MARIMON TAPANEZ


Te hallé: más desolladura que esperanza
cuando en la insólita infancia veías la luna como un trapo sucio.
Vi a tu corazón nacerle crepúsculo con un crujido,
que aún huele a sangre y a hojarasca.
He aquí yo descubro en ti
ese linaje múltiple
que hace el tiempo más justo.
Tu humedad sideral sube a mi cuerpo,
como esas ciegas aguas que nunca vieron el sol;
enmudecidas,¡que ya están muriendo
en el ahogo vacío de las cuevas!
La revelación, atroz paz del vacío
por eso mis resecos huesos 
al lado de las últimas brasas perciben
las manos de los espíritus
que viven en mi conciencia.
Los carbones cubiertos de ceniza,
buscan mi oscuridad en el rincón más apartado.
Yo estoy pariendo mis sueños con la augusta
serenidad de los que nacen póstumos.
Cierro los ojos, vuélvome hacia dentro
y allí soy el profundo manantial
sin saber qué hacer con tanta agua.
Un fervor minucioso recorre los concéntricos
cráneos que en su almagre de sangre
los hombres venidos de la piedra dejaron.
Chocan, se entremezclan, abovedan mis pasos
sobre la tierra prometida donde se convulsionan
los gritos y la garrapatas que todo tiempo arrastra
y los montículos formados por las heces 
de los murciélagos.
Todo me hace pensar que existe todavía
la espuma del mar tal como era
ya que nada, al final, sigue perdurando lo mismo.
Todo en mi fue de magia.

Mis crímenes, un sueño.
Por eso, cuando me hablas, 
veo praderas cálidas en las que el universo,
total, se simplifica
en esas remotas arboledas que giran sin definir sus rasgos,
que tornan sin saber que se fueron 
a beber de la niebla antigua que nace en las orillas de los ríos.
Voces cumulativas de silencio,
palabras que no bastan para expresar 
ni siquiera una serie de sonidos cósmicos.
El corazón del mar huele a salitre.
El mago, en mayo, no era
o quizás sí era y era también el tiempo
cuando cubría con su amarillo vellón las amapolas
y en el frenesí de los aires
veía surgir entre la niebla los caballos salvajes
que una vez se llevaron toda la pureza del alma humana.
En las soportables mutaciones de esos días,
la hondura se hizo más perfecta
y ya era el incendio que detrás de la montaña
el meteoro, como un cordero en su caída, ramonea.
Apresando unicornios y sirenas más allá de sus córneas,
neutro como la sombra cruel que desde abajo llega,
un oscuro ídolo que encontró en la arena
le dijo: eres disolución
mutación
y castración,
el profeta
por todos esperado,
como las ruinas de algo y el mundo
como una coincidencia,
el hombre crudo,
otra vez por el demonio cocinado.

No.10, Octubre-Diciembre de 2002

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