LA FE


Edward Burne-Jones (1833–1898), The Baleful Head (1885)



INTRODUCCION AL SIMBOLO DE LA FE

Sé que más allá de la muerte 
está la muerte, 
sé que más acá de la vida 
está la estafa. 
Sé que no existe el consuelo 
que no existe 
la anhelada tierra de mis sueños 
ni la desgarrada visión de nuestros héroes. 
Pero te seguimos buscando, patria, 
en las traiciones del recién llegado 
y en las mentiras del primer cronista. 
Sé que no existe el refugio del abrazo 
y que Dios es un estruendo de hojalata. 
Pero 
te seguimos buscando, patria, 
en las amenazas del nuevo impostor 
y en las palmas que revientan buldoceadas. 
Sé que no existe la visión 
del que siempre perece entre las llamas 
que no existe la tierra presentida 
Pero 
te seguimos buscando, tierra 
en el roer incesante de las aguas, 
en el reventar de mangos y mameyes, 
en el tecleteo de las estaciones 
y en la confusión de todos los gritos. 
Sé que no existe la zona del descanso 
que faltan alimentos para el sueño, 
que no hay puertas en medio del espanto. 
Pero 
te seguimos, buscando, puerta, 
en las costas usurpadas de metralla, 
en la caligrafía de los delincuentes, 
y en el insustancial delirio de una conga. 
Sé que hay un torrente de ofensas aún guardadas 
y arsenales de armas estratégicas, 
que hay palabras malditas, que hay prisiones 
y que en ningún sitio está el árbol que no existe. 
Pero 
te seguimos buscando, árbol, 
en las madrugadas de colas para el pan 
y en las noches de cola para el sueño. 
Te seguimos buscando, sueño, 
en las contradicciones de la historia 
en los silbidos de las perseguidoras 
y en las paredes atestadas de blasfemias. 
Sé que no hallaremos tiempo 
que no hay tiempo ya para gritar, 
que nos falla la memoria, 
que olvidamos el poema, que, aturdidos, 
acudimos a la última llamada 
(el agua, la cola del cigarro). 
Pero 
te seguimos buscando, tiempo, 
en nuestro obligatorio concurrir a mítines, 
funerales y triunfos oficiales, 
y en las interminables jornadas en el campo. 
Te seguimos buscando, palabra, 
Por sobre la charla de las cacatúas 
y el que vendió su voz por un paseo, 
por sobre el cobarde que reconoce el llanto 
pero tiene familias…y horas de recreo. 
Te seguimos trabajando, poema, 
Por sobre la histeria de las multitudes 
y tras la consigna de los altavoces, 
más allá del ficticio esplendor y las promesas: 
Qué es ridículo invocar la dicha 
que no existe “la tierra tan deseada” 
que no hallarán calma nuestras furias. 
Todo eso lo sé. 
Pero te seguimos buscando, dicha, 
en la memoria de un gran latigazo 
y tras el escozor de la última patada. 
Te seguimos buscando, calma, 
en el infinito gravitar de nuestras furias 
en el sitio donde confluyen nuestros huesos 
en los mosquitos que comparten nuestros cuerpos 
en el acoso por sueños y aceras en el aullido del mar 
en el sabor que perdieron los helados 
en el olor del galán de noche 
en las ideas convertidas en interjecciones ahogadas 
en las noches de abstinencia 
en la lujuria elemental 
en el hambre de ayer que hoy hambrientos condenamos 
en la pasada humillación que hoy humillados denunciamos. 
en la censura de ayer que hoy amordazados señalamos 
en el día que estalla 
en los épicos suicidios 
en el timo colectivo 
en el chantaje internacional 
en el pueril aplauso de las multitudes 
en el reventar de cuerpos contra el muro 
en las mañanas ametralladas 
en la perenne infamia 
en el impublicable ademán de los adolescentes 
en nuestra voracidad impostergable 
en el insolente estruendo de la primavera 
en la ausencia de Dios 
en la soledad perpetua 
y en el desesperado rodar hacia la muerte 
te seguimos buscando 
te seguimos 
te seguimos.




REINALDO ARENAS

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