cara de cerdo

En algún momento del siglo XVII, la idea de una dama con cara de cerdo fue muy popular en Inglaterra. Durante el invierno de 1814-1815, abundaron en Londres rumores de una joven, hija de familia noble, que tenía la cara de un cerdo. Varios periódicos declararon orgullosamente que tenían testigos, podían atestiguar que habían visto a la señora con sus propios ojos. Debido a la popularidad de este rumor, los circos comenzaron a declarar que tenían sus propias señoras con cara de cerdo. Todos engaños.  La dama de cerdo era un oso afeitado y vestido con ropa de mujer.


Una oruga trepó penosamente hasta la cima de un rodrigón y, como no encontró allí nada que despertase su interés, empezó a pensar en descender.
“Ahora bien”, se dijo a sí misma, “con que sólo tuviera un par de alas, podría lograrlo perfectamente”.
Dicho esto, dio media vuelta para bajar, pero el calor producido por su esfuerzo, sumado al del sol, la habían hecho alcanzar su madurez, convirtiéndola en una mariposa.
“¡Yo y mi bendita suerte!”, masculló, “nunca puedo desear nada sin obtenerlo. No me esperaba esto cuando salí esta mañana, y no tengo nada preparado. Supongo que tendré que soportarlo”.
De modo que extendió las alas y orientó su vuelo hacia la primera flor abierta. Pero resultó que había una araña veraneando en ese vegetal, y no pasó mucho tiempo antes de que la Mariposa desease ser de nuevo una simple oruga en lo alto del rodrigón.
Por fin tuvo el gusto de que se le negase un deseo.
Hæc fabula docet: no es una buena idea ir de visita a una casa sin determinar previamente quién vive en ella.

Ambrose Bierce, fábula

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