Triumph of Death, 16th century

Triumph of Death, 16th century


Hay historias que de por sí son retorcidas y difíciles de comprender aunque te mantengas al tanto y cerca de ellas muchos años. Y la de Pedro Alberto Assef, el poeta cubano recientemente fallecido en El Paso, Texas, no podía tener un final más rocambolesco. Ahora resulta que después de muchas peripecias, sus cenizas y el resto de las escasas pertenencias que dejó, han sido secuestradas. Una señora nicaragüense de nombre Carol, cuya única relación con el poeta fue haber

sido la dueña de una fonda por la que hace algunos años, cuando vivía en Carolina del Norte, Pedro pasaba de cuando en cuando a comprar comida, fue dando vueltas a las situaciones hasta convertirse en la ama y señora de todas las circunstancias referentes a su muerte, coludida con otras dos o tres personajes entre las que se encuentra una tal Camila, que ni siquiera le conocía personalmente, y María, una señora colombiana de quién el poeta siempre advertía, y yo un día descubrí por qué, que había que cuidarse porque era demasiado traicionera. 

El grupo, después del secuestro, se dedicó a organizar una serie de pretendidos homenajes que culminarán, según se ha dado a conocer, con el lanzamiento de las cenizas del cubano en el mar. En el intermedio, celebrarán una misa católica, organizada por una tal Osiris, de quien por vergüenza no voy a repetir las cosas que en muchas ocasiones me dijo Pedro. 

De más está decir que en los peores años del deambular de Pedro por la miseria absoluta, ninguna de esas personas le tendió jamás la mano, con la excepción de María, la colombiana, quien una vez me dio 25 dólares para que se los mandara, cuando el poeta se encontraba homeless en Miami.

Ahora pues creo que hasta han andado por ahí de plañideras y todo con el moco colgado, buscando protagonismo a costas del occiso. Por supuesto que no asistiré a ninguna de esas ceremonias fariseas, porque me basta que hayan echado a un lado a ignorado a David, un joven mexicano a quien Pedro quiso tanto como a su propio hijo, y quien hizo por él mucho más no sólo que ese mismo hijo, sino que todos los conocidos y amigos juntos, para no querer respirar el mismo aire que esas hijas de dios, pero de veras que me encantaría poder verlas en la iglesia fingiendo ante un cura más fariseo que todas ellas, un supuesto cariño por el muerto que nunca supieron hacerle efectivo al vivo en los momentos de calamidad.

Pedro siempre decía que dios a veces trabaja con la mano sucia, creo que desde la cajita con las cenizas se estará riendo al ver como eso se demuestra en la práctica.


Nota blogger:


Esto es un punto fijo, nada nuevo, cuando muere un poeta atrae muchas aves negras que quieren zamparse restos y lo que deja para figurar en homenajes, tómalo  con calma, lo qué quieran hacer que lo hagan, el muerto está muerto y ya no tiene palabra. Pedro lo sabía, sucedió con Fayad Jamis, y siempre ha sucedido en los tiempos de los tiempos. En vida, hay que agarrar papel y escribir lo que se desea, si se puede desear algo cuando ya no se esté. Abrazos.

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