Opus magnum o Gran obra



Opus magnum o Gran obra es un término alquímico para el proceso de creación de la piedra filosofal. Se ha utilizado para describir la transmutación personal y espiritual en la tradición hermética, atribuido a procesos de laboratorio y cambios químicos del color, usado como un modelo para el proceso de individuación y como un recurso en arte y literatura. Originalmente tenía cuatro etapas:
Nigredo, ennegrecimiento o melanosis
Albedo, blanqueamiento o leucosis
Citrinitas, amarilleamiento o xantosis
Rubedo, enrojecimiento, purpúreo, o iosis

El origen de estas cuatro fases se puede remontar al menos hasta el siglo primero. Los colores alquímicos se asocian a los cuatro elementos: tierra, agua, fuego y aire.





La Nigredo



La primera de las etapas de la alquimia, “Nigredo” o Putrefacción, es la fase de la inmersión en la materia prima que, mediante una serie de operaciones posteriores se irá transformando en el “Oro Filosofal” de la última etapa, la “Rubedo”, tras las combinaciones correspondientes entre el “Azufre”, el “Mercurio” y la “Sal”.

En esta primera fase, la creatividad y emotividad del niño que fuimos queda reprimida frente a las pragmáticas demandas que el mundo adulto ha creado en torno a sí. El alma pura del niño se integra poco a poco en el mundo, pero no sin antes pagar un alto precio: el de la necesidad de crearse una coraza reprimiendo (y olvidando) temporalmente su esencia vital o propósito. Así “tomamos tierra”, incorporando una misión, unos valores y unos talentos específicos (el voltaje). Pero todo ello quedará olvidado en nuestro interior a modo de semilla que quizá un día germine si es que se le llega a prestar la atención debida.
La Albedo



Si la anterior fase se representaba por el aterrizaje de la luz en el mundo, pero aún sin fuerza suficiente para brillar. En esta otra fase la luz lleva una vida más o menos esclava en un mundo que se le presenta hostil. Es una fase representada por la zozobra, la inestabilidad emocional (aguas) y el sufrimiento (nubes). Es un sendero (path) de altibajos emocionales (pathos) y, a veces, hasta de enfermedad (pathologías).

Esta fase se corresponde a la progresiva integración de los aspectos reprimidos (sombra) de la psique humana, esto es, de todas aquellas emociones, intuiciones, percepciones y pensamientos que se han rechazado a lo largo de la vida por considerarlos inapropiados o defectos indeseables en el vivir del día a día con sus actividades cotidianas. Esto supone un sumergirse en el inconsciente personal y comenzar a ser consciente de la multitud de proyecciones que se encuentran asociadas a personas de nuestro alrededor y a objetos de nuestro entorno, las cuales se corresponden con lo que hemos marginado o rechazado por no creerlo conveniente para él.

También supone la integración consciente y responsable del arquetipo de “lo opuesto”, es decir, del “Eterno Femenino” en el caso del hombre (arquetipo del “Anima”) y del “Eterno Masculino” en el caso de la mujer (arquetipo del “Animus”). En la literatura, por ejemplo, la Beatriz de Dante en “La Divina Comedia”, sería un ejemplo clásico de esta figura arquetípica que es el “Anima”.

Ahora bien, como señala M.L. von Franz, “naturalmente, durante este período prosigue también el lavado, la calcinación, etc, de la “nigredo”, pues la “Sombra” se asemeja a la hidra del lago Lerma (división interior y multiplicidad), con la que luchó Hércules y a la que nacían constantemente nuevas cabezas en lugar de las cortadas”. Por tanto, de la vida alienada, de repente, puede emerger la figura del héroe encarnado por Perseo frente a la diosa medusa (división interior y multiplicidad) o por San Jorge frente al dragón (la resistencia).

En una relación amorosa o erótica entre hombre y mujer las relaciones interpersonales son múltiples puesto que, además de la relación entre los Yoes conscientes, existe una comunicación a nivel inconsciente en la que participan entrelazándose el Ánima y el Ánimus de ambos. De ahí que, en el Proceso de Individuación y en el Opus de la Alquimia, uno de los graves peligros existentes sea el de la transferencia o, lo que es peor, la adolescente o platónica pasión amorosa. La imagen de este encuentro y diálogo con el Ánima es la “conjunctio” entre el Rey y la Reina de los grabados alquimistas, la “boda química de los elementos”, etc. Y lo que surge de ello es el Rey, la “cosa doble”, el Andrógino, el total autodominio, el Señor.

Veamos lo que dice M.L.von Franz, en “C.G.Jung…”, al respecto: “Los participantes en la “boda alquímica” son descritos casi siempre como hermano y hermana, madre e hijo o padre e hija. Su unión constituye pues un incesto. Este aspecto incestuoso de tal constelación amorosa tiene como fin el de que hagamos consciente la proyección, es decir: nos obliga a darnos cuenta de que, en último término, se trata de una íntima unión de los componentes de nuestra propia personalidad, de un “desposorio espiritual”, a fin de que sea una vivencia interior no proyectada.

La Citrínitas y la Rubedo



Las últimas etapas de la Alquimia son la “Citrinitas” y la “Rubedo”, la Obra en Dorado y en Rojo, donde se alcanza el “cuerpo de diamante”.

En estas etapas la persona comienza a superar su inestabilidad emocional. El fuego interior de la conciencia va quemando sus impurezas y su confusión. Poco a poco se integra, madura, se transforma. El héroe vence a la bestia interior y rescata en lo más profundo se sí a “la princesa”, a su particular “semilla”, a su alma o a su personal “Santo Grial”. Es esa misma “semilla” que durante la Nigredo había quedado olvidada o apresada.

Ahora la persona ya sabe lo que quiere, tiene una misión, es consciente de sus afinidades (campo eléctrico), está uni-formado (como muchos superhéroes) o hecho uno por dentro. Y finalmente se dispone para la acción (potencia) que ya no es una mera reacción emocional, sino una total certeza interna.

En la hermenéutica junguiana la “Rubedo” es el logro de la “Totalidad” en la que todos los opuestos se juntan y complementan armónicamente. Este Sí-Mismo es la “chispa divina” de la que hablaba Eckhart, el Antrophos de la Gnosis, el “dios interior” de la mística, el Rey o el “Mercurio Filosofal” que reune consigo los aparentemente más irreconciliables opuestos.

Antes de alcanzar el elevado plano del Sí-Mismo, Jung sitúa en el camino del Proceso de Individuación la integración de los arquetipos del “Niño Eterno” y del “Viejo Sabio”, expresados igualmente en numerosas figuras alquimistas. “Se alcanza el segundo escalón al combinarse la “unio mentalis”, esto es, la unidad del espíritu y alma, con el cuerpo.

En una carta escrita a sus 82 años, en 1957, Carl Jung escribiría: “La transcripción de la “conjunctio” en palabras humanas es una tarea que puede conducir a la duda, pues uno se ve obligado a encontrar expresiones y fórmulas para un proceso que tiene lugar “in Mercurio” y no en el nivel del pensamiento y del lenguaje humanos, esto es, no en la esfera de la conciencia diferenciadora… El camino no conduce en línea recta hacia adelante, por ejemplo, desde la Tierra hacia el Cielo, o de la materia al espíritu; se trata más bien de una “circumambulatio” y de un acercamiento al centro. No avanzamos dejando atrás una parte, sino cumpliendo con nuestra tarea como “mixta composita”, esto es, como seres humanos entre los opuestos”. Este camino, si lo tuviéramos que representar gráficamente, sería una espiral.

Para finalizar,  Jung en “Mysterium Coniunctionis” dice: “Aconsejo a los lectores que me critiquen a que dejen a un lado los prejuicios, que prueben el camino que he descrito, o si no, que suspendan su juicio y admitan que no comprenden nada. Desde hace treinta años que estudio estos procesos psíquicos, he adquirido la certeza de que los alquimistas, así como los grandes filósofos de Oriente, se refieren a tales experiencias y que, esencialmente, es nuestra ignorancia de la psique la que nos hace atribuirles el calificativo de místicas”. Recordemos, al respecto, que la psique, para Jung, engloba lo psicoideo.

Por su parte, Etienne Perrot, nos advierte lo siguiente: “Ninguna descripción psicológica, científica en el actual sentido de la palabra, logrará jamás agotar las riquezas del tesoro alquímico. Su misión es únicamente conducir al hombre hacia sí mismo, permitirle adherirse al universo de símbolos en el silencio donde se producen las bodas transformadoras del ser y de estas energías misteriosas, terribles y benéficas a la vez, que Jung designó con el nombre de arquetipos”.

LA alquimia  está intimamente asociada con la naturaleza humana.


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