Los primeros cincuenta días de Trump



Por Rafael Piñeiro-López

Y ahora prácticamente toda la prensa occidental comienza a hacer énfasis en que es Angela Merkel y no Donald Trump el (la) verdadero (a) líder del mundo libre. ¡Dios nos coja confesados! Sería, en realidad, la panacea para el extremismo islámico. En todo caso, he de decirles, no creo que al poco ortodoxo Trump le interese el titulillo de marras. El tipo de cabellera rubia/naranja parece estar más preocupado por el destino de su patio que por cualquier otra cosa. La implementación de medidas anti burocráticas ha sido ignorada por la prensa. El boletín oficial de la Casa Blanca no ha sido publicado por ninguno de los grandes medios. Pero aun así la actual administración, más allá de plumas y floreros, ha hecho cosas que ni siquiera políticos autodenominados como conservadores han implementado en el pasado. ¡Y eso que este movimiento Trump, proteccionista y nacionalista, sin duda alguna, traspasa ideas partidistas y definiciones ideológicas!
Veamos. En los primeros 50 días del nuevo gobierno la economía ha empezado a crecer a un ritmo que sobrepasaría los tres puntos al final de año, nada visto desde aquel lejano 2007. Cada organismo federal ha comenzado a establecer una reforma regulatoria que permitiría identificar regulaciones costosas e innecesarias, las cuales serán modificadas o eliminadas en breve plazo. Por cada nueva regulación federal, por ejemplo, se eliminarán dos regulaciones existentes. El Departamento de Comercio anda agilizando los procesos de permisos federales para la fabricación nacional y reducir así las cargas regulatorias a los fabricantes nacionales. Se ha firmado la Resolución Conjunta de la Cámara 38, para evitar que la "regla de protección Stream" cause más daño a la industria del carbón. A la par, se anda revisando la llamada "Regla de Agua Limpia: Definición de las aguas de los Estados Unidos", conocida como la regla Wotus, para evaluar si está sofocando el crecimiento económico o la creación de empleos.
A nivel central, se anda estableciendo una verdadera revolución en Washington, y casi nadie dice nada. Por ejemplo, se ha puesto en marcha una congelación de la contratación de los empleados civiles federales para detener la expansión de un gobierno ya hinchado. (Medida tan libertaria no se intentado ejecutar siquiera en casi un siglo). Además, se han establecido nuevos compromisos de ética a todas las personas asignadas al poder ejecutivo, creándose una prohibición de lobby de cinco años y la prohibición definitiva de ejercer presión a favor de los gobiernos extranjeros.
Y aunque aún se anda debatiendo el establecimiento de una nueva ley de salud, se ha eliminado aquel antiguo mandato dictatorial de obligar a todos los residentes y ciudadanos a tener un seguro de salud, so pena de ser multados por el IRS, la “nueva policía orwelliana” del pensamiento. (Otro triunfo inmenso de las libertades individuales ¿o no?). Sumemos otras cosillas no menos importantes como el plan para reconstruir las fuerzas armadas, la renegociación en la construcción de aviones F-35, la sanción a 25 entidades financieras que participan en el programa balístico de Irán, el descenso en un 20 % de las entradas ilegales por la frontera Sur, la firma de una orden ejecutiva para combatir la corrupción (a través de la fiscalía general) de entidades nacionales, el espaldarazo a los Colegios y Universidades Históricamente Negros, la conversión en ley del fomento de programas empresariales para la mujer de la Fundación Nacional de Ciencias…
Más allá de ralas melenas al viento o boquitas fruncidas o dedos apuntando, la verdadera animadversión de la izquierda (y la prensa sabuesa que soporta desde hace años un único pensamiento, una única ideología) se debe a todas estas cosas hechas en los primeros cincuenta días de la nueva administración. La guerra fratricida en contra del nuevo gobierno apenas si comienza. Los horrores apenas si se asoman.

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