De la oscuridad al símbolo luminoso

Alquimia Hermética

“27. Y la perversión de las almas es la ignorancia, porque el alma que no sabe cómo son las cosas, ni su naturaleza, ni aquello que es bueno, pero que está oculto, se precipita y se estrella contra las pasiones corporales. Y son tan infelices que sin conocerse a sí mismas se sirven de cuerpos extraños y perversos, llevando los cuerpos como una carga y sin control, pero dominados. Y esta es la perversión del alma”

“28. Por el contrario, la virtud del alma es el Conocimiento; para quien conoce es a la vez buena y piadosa, y por lo tanto Divina”.

“Libro IV de Toth” – Hermes Trismegisto

La alquimia se divide en tres ramas: la física, la metafísica y la hermética, o espiritual. Desde tiempos remotos los alquimistas se interesan por la aplicación de la sabiduría hermética para el perfeccionamiento del cuerpo y del alma.  La alquimia es la técnica que se usa para encontrar el oro,  en el exterior y en el interior  del ser humano. Las teorías de la alquimia, o lo que se conoce como  "los escritos herméticos", son una serie de tratados y fragmentos discontinuos con información, escritos por diferentes alquimistas a través de los siglos. A pesar de la similitud entre ellos, se presentan visiones diferentes de las tres religiones exotéricas monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el islamismo. 

“Codex Germanicus”, El Gran Andrógino Hermético, Siglo XVI

Las primeras noticias  de la alquimia hermética aparecen en Egipto gracias a los escritos de Hermes Trismegisto (tres veces mago), dios de la suprema sabiduría. El número tres es un constante en alquimia porque significa la unión del cielo con la tierra. Desde Egipto hasta la Edad Media la alquimia se desarrolló como un arte hermético que abarcaba  antiguas ramas de la ciencia: la Astrología y la Teúrgia. Según las diferentes tradiciones pre-cristianas fue el Arcángel Raziel quien entregó el primer libro de la Sabiduría Hermética a Adán antes de ser expulsado del Paraíso.

La alquimia hermética presenta una visión alternativa al mundo real. El verdadero orden está oculto al mundo. El reino abstracto e inmaterial de la mente, y sus leyes, permiten a cada ser humano funcionar de manera diferente, pero debido a lo que se denomina “la transmutación” el ser humano busca el reino Eterno del cual proceden todas las cosas, incluso él mismo.

Hermes Trismegisto dividió la región más alta separando a los espíritus de los dioses y de las almas, llegando así a un universo de cuatro partes:

“Hay en el Universo cuatro regiones que están sujetas a la Ley que no puede ser transgredida y su regia presidencia es a saber: el Eter, el Aire y la Tierra. Por encima de mi Hijo, en el cielo, viven los dioses; sobre ellos, así como sobre todo lo demás, gobierna el Creador del Universo. En el Eter viven los comienzos sobre los cuales rige la gran luminaria: el Sol. En el Aire habitan las almas sobre las cuales gobierna la Luna, y sobre la Tierra habitan los hombres sobre los cuales gobierna aquél que es rey por ahora, por el designio de los dioses, porque un hombre que sea digno de gobernar sobre la tierra debe nacer en el momento oportuno.” (Hermetica Libro, I)

Hermes  está considerado como el creador de la filosofía hermética. En sus tratados,  las leyes del Cosmos se encuentran  en el Macrocosmos y Microcosmos. Según su filosofía hay un plano de magnetismo- energía en estado puro- por encima del cuerpo físico del hombre. Todo lo que hay en este mundo es copia del mundo superior, por lo que todas las cosas buscan la más alta transmutación.

Macrocosmos y Microcosmos

Todo, y muy especialmente los planetas y los metales, tienen poderes asociados con lo inmaterial, con lo invisible. Los seres humanos estamos compuestos de sal (el cuerpo), de mercurio (azogue, el alma), y de azufre (el espíritu). La Tierra, el Agua, el Aire, el Fuego y el Eter son un flujo contante en el mundo material, dirigen el movimiento de la materia (tierra) a través de las emociones y del intelecto (Agua y Aire) para la iluminación (el Fuego), y para finalmente penetrar en el plano Superior (Eter).

La simbología alquímica enfatiza los cambios: la transmutación de los metales inferiores en oro a través del proceso llamado: “solve et coagula”, “separada et coniunctio”, (desintegra y une, separa y junta).

Hermes en la “Tabla Esmeralda” escribe: “Se separa la Tierra del Fuego, lo sutil de lo grosero, suavemente y con cuidado. Asciende desde la Tierra al Cielo y desciende de nuevo a la Tierra para unir el poder de las cosas Superiores e inferiores por lo que obtendrás la Gloria de todo el mundo y las sombras te abandonarán.”

Originalmente la alquimia alejandrina tenía como objetivo la transmutación de los metales inferiores en oro.  Los metales en la antigüedad eran considerados como algo vivo.  La forma más primitiva de metal era el plomo (Saturno). La Tierra, por sí misma y de forma natural, evolucionaría hacia el estaño (Júpiter); muchos siglos después crecería y se convertiría en hierro (Marte), seguida por el cobre (Venus), mercurio, (Mercurio), plata (la Luna) y por último al final de un larguísimo camino a través de los siglos llegaría a la realización final de la perfección: el oro (el Sol). Esto estaba ocurriendo desde hace miles de años de forma natural , pero el alquimista decidió acelerar el proceso,  controlar y  sustituir al tiempo.

“Bhagavata Purana” (Historia de Vishnu), “la lucha por el elixir de la inmortalidad”, año 1.760.

En  filosofías antiguas orientales se describe un proceso de evolución hacia la perfección como una “circulación de la luz”,  prácticamente la misma teoría de los escritos de Hermes Trismegisto.

Todos los elementos pertenecen al reino material natural, pero los siete metales asociados con los siete planetas simbolizan el movimiento del alma del hombre más allá de los elementos de una transmutación completa. La plata (la Luna), el azogue (Mercurio), y el cobre (Venus) todos ellos indican que se han desarrollado alejados de las pasiones puramente corporales, o de las emociones capaces de una sublimación Superior, como el amor. El oro (el Sol) indica conocimiento; el hierro (Marte), el estaño (Júpiter) y el plomo (Saturno) indican el movimiento aún mayor en la comprensión intelectual del mundo Superior. Todos estos procesos dependen de cada persona, de su naturaleza y  su receptividad.


La nigredo, el oscurecimiento del Mercurios senex, de quien se escapan spiritus y anima. El cuervo significa la nigredo.

Para el alquimista la primera fase de la “gran obra” es la  “nigredo”; la etapa de la negritud, la desintegración, el caos absoluto donde lo material (metal, el alma del hombre) se reduce a materia prima o sin forma original antes de poder pasarlo a la segunda etapa: el albedo (blanco), donde el material puede ser unificado nuevamente. El proceso alquímico es circular y alternando entre “solve” y “coagula”. Tiene que resolver los coágulos en su trayectoria hacia la perfección. La alquimia es el arte de desunir para luego volver a unir.

“Sol y Luna”

La teoría más famosa de Paracelso (1.493-1.541), el verdadero padre de la medicina holística, sobre la composición de los metales es que todos eran en sí mismos algún tipo de compuesto de azufre y mercurio. A lo largo del siglo XVI, el célebre alquimista suizo introdujo la sal como tercer ingrediente esencial en la obra. Sus ideas fueron inmediatamente aceptadas en el ortodoxo dogma de la alquimia de esos tiempos.

La filosofía hermética  enseña que la perfección no es lejana e inalcanzable, sino  una perpetua creación a través de los siglos. El universo visible es solo una manifestación de lo invisible en el espacio, el tiempo y la materia. Como resultado hay un orden natural imperfecto y un orden transnatural perfecto. La materia, el principio visible que causa la imperfección, la negación, lo indeterminado y el mal, no se puede confundir con el cuerpo; el cuerpo y el universo visible se componen de las formas o esencias que se reflejan en la materia.

El Sello de Salomón contiene una gran cantidad de símbolos astrológicos y herméticos incluyendo el Ourobouros

La realidad es una jerarquía producida por desbordamiento, o emanación, de la fuente Suprema. La materia es lo indeterminado y fluctuante, en ella existe la imperfección, el flujo, y el mal del universo físico. La realidad es como una pirámide: en la cúspide hay unidad de pensamiento y ser, no hay tiempo; el espacio o la materia, sin exterioridad; pero en  los planos inferiores  hay separación, y  disyunción.

El alma individual es una pequeña parte del alma del Universo que contiene  las ideas perfectas inmateriales, sin embargo corresponde al plano inferior, al estar envuelta en materia, lo que hace que se olvide  su verdadero y perfecto origen y también de la verdadera estructura de las cosas.



Para entender  la alquimia hermética se debe tener  presente que todas las cosas derivan de lo bueno y lo perfecto y que las cosas visibles e invisibles se mantienen unidas por la simpatía, el principio de la igualdad, la semejanza y la analogía. 

En la alquimia hermética hay dos movimientos básicos: el  descenso, de la fuente Suprema de todas las cosas,  y el ascenso o elevación del mundo imperfecto. Es mental lo eterno y Divino, y esa realidad de esencias perfectas e inmutables, es más real que el mundo de los sentidos compuesto por un sinfín de cosas imperfectas. De hecho, es la fuente de los sentidos, y se puede acceder para transmutar cosas en el mundo inferior imperfecto.

Desde el razonamiento ordinario no se puede acceder a la otra realidad alternativa y los alquimistas  desarrollaron métodos,  descubrieron que el ser humano puede,  a través de la meditación o de la contemplación, entrar en contacto, explorar e influir en el reino Superior logrando así los objetivos de la alquimia hermética: todo el conocimiento (la piedra filosofal), la unidad del Ser, la capacidad de transformación, la riqueza (el oro), sin tiempo, ni edad, y la salud (la panacea). El alquimista se ocupa de la capacidad del hombre para alejarse de la conciencia ordinaria y avanzar hacia una conciencia Superior,   a través del viaje astral, el sueño lúcido, la unión de los poderes terrenales con los celestiales y  los efectos mágicos tanto interiores como exteriores.

“Instrumentos de los alquimistas”, Siglo XVI

El alquimista trabaja para llegar a la piedra filosofal, al oro, “rebis”, al elixir y a la panacea dentro del Microcosmos. El símbolo central es el horno, el alambique, el atenor, que es el propio alquimista que en el proceso de transmutación crea una nueva persona con más poder. El horno trabaja el cuerpo,   sensaciones,  valores, pasiones, debilidades irracionales, y  razonamiento ordinario.

El atenor es una especie de purga de uno mismo con el fin de alcanzar un  alto grado de perfección,  una apertura a los poderes divinos naturales que llevamos dentro.  El alquimista crea cosas de las cuales proceden todas las cosas; cambia las cosas de dentro y de fuera, según su voluntad a través de la meditación, y del contacto con las realidades superiores.

El objetivo de la alquimia hermética son las transmutaciones de los recursos infinitos de la mente hacia la percepción sensorial de la mente superior. El Microcosmos, la mente, o el alma, no son un libro en blanco, contienen mucha información oculta. El alquimista  es el mediador entre la percepción sensorial y la mente Divina.

La escritura hermética de los textos alquímicos, sus recetas y consejos  extravagantes e ininteligibles, no son para ser leídos de forma literal o  simbólica,  el único objetivo de los alquimistas, es agitar el subconsciente de quienes se adentran en este asunto.


Fuentes: 

bibliografía:


-“La Piedra Filosofal”, Israel Regardie
-“De Isis y Osiris”, Plutarco
-“Opus Majus”, libro VII, Roger Bacon
-“Hermetica, libro IV”, Walter Scott
-“Libro de Toth”, III y IV – Hermes Trismegisto
-“La Tabla Esmeralda”, Hermes Trismegisto
-“The Archidoxes of Magic”, Paracelso
-“Corpus Hermeticum”

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