Jaime Sabines




"Te dicen descuidado porque están acostumbrados a los jardines y no a la selva" Jaime Sabines ( hoy, de aniv *) y me juega la mente una pasada: "Se dicen poetas porque están acostumbrados a las florecitas y no a los truenos".



Lento, amargo animal
    Lento, amargo animal
    Que soy, que he sido,
    Amargo desde el nudo de polvo y agua y viento
    Que en la primera generación del hombre pedía a Dios.
    Amargo como esos minerales amargos
    Que en las noches de exacta soledad
    -Maldita y arruinada soledad
    Sin uno mismo-
    Trepan a la garganta
    Y, costras de silencio,
    Asfixian, matan, resucitan.
    Amargo como esa voz amarga
    Prenatal, presubstancial, que dijo
    Nuestra palabra, que anduvo nuestro camino,
    Que murió nuestra muerte,
    Y que en todo momento descubrimos.
    Amargo desde dentro,
    Desde lo que no soy,
    -Mi piel como mi lengua-
    Desde el primer viviente,
    Anuncio y profecía.
    Lento desde hace siglos,
    Remoto -nada hay detrás-,
    Lejano, lejos, desconocido.
    Lento, amargo animal
    Que soy, que he sido.




Espero curarme de ti
    Espero curarme de ti en unos días.
    Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible.
    Siguiendo las prescripciones de la moral en turno.
    Me receto tiempo, abstinencia, soledad.
    ¿Te parece bien que te quiera nada más una semana?
    No es mucho, ni es poco, es bastante.
    En una semana se puede reunir todas las palabras de amor
    Que se han pronunciado sobre la tierra y
    Se les puede prender fuego.
    Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado.
    Y también el silencio. Porque las mejores palabras de amor
    Están entre dos gentes que no se dicen nada.
    Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral
    Y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero
    Cuando digo: "qué calor hace", "dame agua",
    "¿Sabes manejar?", "se hizo de noche"
    Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías,
    Te he dicho "ya es tarde", y tú sabías que decía "te quiero").
    Una semana más para reunir todo el amor del tiempo.
    Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras:
    Guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura.
    No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana
    Para entender las cosas. Porque esto es muy parecido
    A estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.


Ayer estuve observando
    Ayer estuve observando a los animales
    Y me puse a pensar en ti.
    Las hembras son más tersas,
    Más suaves y más dañinas.
    Antes de entregarse maltratan al macho,
    O huyen, se defienden.
    ¿Por qué? Te he visto a ti también,
    Como las palomas, enardeciéndote
    Cuando yo estoy tranquilo.
    ¿Es que tu sangre y la mía se encienden
    A diferentes horas?
    Ahora que estás dormida debías responderme.
    Tu respiración es tranquila y tienes
    El rostro desatado y los labios abiertos.
    Podrías decirlo todo sin aflicción, sin risas.
    ¿Es que somos distintos? ¿No te hicieron, pues,
    De mi costado? ¿No me dueles?
    Cuando estoy en ti, cuando me hago pequeño
    Y me abrazas y me envuelves y te cierras
    Como la flor con el insecto,
    Sé algo, sabemos algo.
    La hembra es siempre más grande, de algún modo.
    Nosotros nos salvamos de la muerte.
    ¿Por qué? Todas las noches nos salvamos.
    Quedamos juntos, en nuestros brazos,
    Y yo empiezo a crecer como el día.
    Algo he de andar buscando en ti,
    Algo mío que tú eres y que no has de darme nunca.
    ¿Por qué nos separaron? Me haces falta para andar,
    Para ver, como un tercer ojo,
    Como otro pie que sólo yo sé que tuve.


Cuando tengas ganas de morirte

      Cuando tengas ganas de morirte
      Esconde la cabeza bajo la almohada
      Y cuenta cuatro mil borregos.
      Quédate dos días sin comer
      Y veras qué hermosa es la vida:
      Carne, frijoles, pan.
      Quédate sin mujer: verás.
      Cuando tengas ganas de morirte
      No alborotes tanto: muérete
      Y ya.


En la sombra estaban sus ojos

        En la sombra estaban sus ojos
        Y sus ojos estaban vacíos
        Y asustados y dulces y buenos
        Y fríos.
        Allí estaban sus ojos y estaban
        En su rostro callado y sencillo
        Y su rostro tenía sus ojos
        Tranquilos.
        No miraban, miraban, qué solos
        Y qué tiernos de espanto, qué míos,
        Me dejaban su boca en los labios
        Y lloraban un aire perdido
        Y sin llanto y abiertos y ausentes
        Y distantes, distantes y heridos
        En la sombra en que estaban, estaban
        Callados, vacíos.
        Y una niña en sus ojos sin nadie
        Se asomaba sin nada a los míos
        Y callaba y miraba y callaba
        Y sus ojos abiertos y limpios,
        Piedra de agua, me estaban mirando
        Más allá de mis ojos sin niños
        Y qué solos estaban, qué tristes,
        Qué limpios.
        Y en la sombra en que estaban sus ojos
        Y en el aire sin nadie, afligido,
        Allí estaban sus ojos y estaban
        Vacíos.

He aquí que tú estás sola y que yo estoy solo

          He aquí que tú estás sola y que yo estoy solo.
          Haces cosas diariamente y piensas
          Y yo pienso y recuerdo y estoy solo.
          A la misma hora nos recordamos algo
          Y nos sufrimos. Como una droga mía y tuya
          Somos, y una locura celular nos recorre
          Y una sangre rebelde y sin cansancio.
          Se me va a hacer llagas este cuerpo solo,
          Se me caerá la carne trozo a trozo.
          Esto es lejía y muerte.
          El corrosivo estar, el malestar
          Muriendo es nuestra muerte.
          Yo no sé dónde estás. Yo ya he olvidado
          Quién eres, dónde estás, cómo te llamas.
          Yo soy sólo una parte, sólo un brazo,
          Una mitad apenas, sólo un brazo.
          Te recuerdo en mi boca y en mis manos.
          Con mi lengua y mis ojos y mis manos
          Te sé, sabes a amor, a dulce amor, a carne,
          A siembra, a flor, hueles a amor, y a mí.
          En mis labios te sé, te reconozco,
          Y giras y eres y miras incansable
          Y toda tú me suenas
          Dentro del corazón como mi sangre.
          Te digo que estoy solo y que me faltas.
          Nos faltamos, amor, y nos morimos
          Y nada haremos ya sino morirnos.
          Esto lo sé, amor, esto sabemos.
          Hoy y mañana, así, y cuando estemos
          En estos brazos simples y cansados,
          Me faltarás, amor, nos faltaremos.


No es que muera de amor, muero de ti

            Muero de ti, amor, de amor de ti,
            De urgencia mía de mi piel de ti,
            De mi alma de ti y de mi boca
            Y del insoportable que yo soy sin ti.
            Muero de ti y de mí, muero de ambos,
            De nosotros, de ese,
            Desgarrado, partido,
            Me muero, te muero, lo morimos.
            Morimos en mi cuarto en que estoy solo,
            En mi cama en que faltas,
            En la calle donde mi brazo va vacío,
            En el cine y los parques, los tranvías,
            Los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza
            Y mi mano tu mano
            Y todo yo te sé como yo mismo.
            Morimos en el sitio que le he prestado al aire
            Para que estés fuera de mí,
            Y en el lugar en que el aire se acaba
            Cuando te echo mi piel encima
            Y nos conocemos en nosotros, separados del mundo,
            Dichosa, penetrada, y cierto, interminable.
            Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
            Entre los dos, ahora, separados,
            Del uno al otro, diariamente,
            Cayéndonos en múltiples estatuas,
            En gestos que no vemos,
            En nuestras manos que nos necesitan.
            Nos morimos, amor, muero en tu vientre
            Que no muerdo ni beso,
            En tus muslos dulcísimos y vivos,
            En tu carne sin fin, muero de máscaras,
            De triángulos obscuros e incesantes.
            Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
            De nuestra muerte, amor, muero, morimos.
            En el pozo de amor a todas horas,
            Inconsolable, a gritos,
            Dentro de mí, quiero decir, te llamo,
            Te llaman los que nacen, los que vienen
            De atrás, de ti, los que a ti llegan.
            Nos morimos, amor, y nada hacemos
            Sino morirnos más, hora tras hora,
            Y escribirnos y hablarnos y morirnos.



Padre mío
    Padre mío, señor mío, hermano mío,
    Amigo de mi alma, tierno y fuerte,
    Saca tu cuerpo viejo, viejo mío,
    Saca tu cuerpo de la muerte.
    Saca tu corazón igual que un río,
    Tu frente limpia en que aprendí a quererte,
    Tu brazo como un árbol en el frío,
    Saca todo tu cuerpo de la muerte.
    Amo tus canas, tu mentón austero,
    Tu boca firme, tu mirada abierta,
    Tu pecho vasto y sólido y certero.
    Estoy llamando, tirándote la puerta.
    Parece que yo soy el que me muero:
    ¡Padre mío, despierta!

* 25 de marzo pero en 1926, nacía Jaime Sabines, político, poeta y ensayista mexicano. 
Nombre: Jaime Sabines Gutiérrez
Lugar y fecha nacimiento: Tuxtla Gutiérrez, Chiapas (México), 25 de marzo de 1926
Lugar y fecha defunción: México D.F. (México), 19 de marzo de 1999 (72 años)

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