He escrito mucho y publicado nada.
Primero, al abandonar la isla temí « no tener derecho a la palabra », pues en los últimos meses habaneros me fueron borrando poco a poco, de las listas que hacen que una ciudadana tenga constancia – libreta de abastecimiento, derecho a la vivienda, etc, etc- de haber nacido en una dictadura.
Segundo, pues debí aprender, con toda urgencia, el francés,
Tercero, pues no encontraba a nadie, en esta ciudad de Le Havre que tuviera cuatro libros semejantes a la inmensa biblioteca mental que me acompaña,
Cuarto, pues padecí el sindrome de Groenlandia,
Quinto, pues pedí consejos, toqué puertas para publicar, para tener razones de pertenecer a un grupo- léase poetas, escritores- lejos de la isla y no se abrieron,
Sexto, pues como los sentidos, estuvé en mí, tratando de descrifrar si la loca se quería calmar y salir al mundo. Desde hace unos seis meses lo intento.